Cádiz

Nadar en tiempos de casi nada

La reapertura parcial del complejo deportivo Ciudad de Cádiz, el más grande de la ciudad, tras un año de obras anticipa una serie de regresos con nuevos modos y normas

Un usuario disfruta de la piscina principal, de 50 metros, en una de las primeras jornadas de reapertura. Nacho Frade

J. L.

Corren días en los que el temor al encierro es tan grande como el miedo al virus. Conviene averiguar lo que nos espera después. Del encierro, si llega. Del virus, si se va. Cada retorno es una prueba con la que tratar de comprender el todo desde la parte. Pasó con el cine, con el bar nuestro de cada día y la playa. El Complejo Ciudad de Cádiz es el mayor recinto deportivo de la ciudad, el segundo de la comarca tras el cercano de Bahía Sur pero con el mayor conjunto de piscinas de esa zona . El pasado lunes reabrió, parcialmente, tras 383 días de cierre . Para reforzar los argumentos, las razones irracionales de los supersticiosos, 2020 es bisiesto. A ese día extra se ha sumado una epidemia, algo habrán oído, y las obras de mejora y mantenimiento pendientes hace una década en un espacio deportivo inaugurado hace 28 años.

El regreso a las piscinas (las pistas polideportivas seguirán en obras hasta final de año, al menos) es posible desde el pasado lunes . El martes, a mediodía, la principal, la de 50 metros de largo, diez calles, tiene ocho ocupantes. La mediana, seis. La infantil, ninguno. Esas 14 personas se dividen en diez hombres y cuatro mujeres.

Todos, excepto dos, tienen más de 45 ó 50 años porque la natación recreativa es refugio de mayores . Mayoritariamente. Alivia a la vez piernas, hombros, espalda y mente. En términos modernos, permite a la vez mindfullness y cardio suave. Obliga a un confinamiento individual ineludible, en el que ni se ve, ni se oye, ni se habla. Forzosamente rítmico, silencioso, recogido. Pura paz. Aún más reconfortante resulta eludir el peso de la gravedad en tiempos de tanta.

Para saber lo que espera cuando lleguemos al final de estos tiempos, si es que empiezan y terminan, basta entrar en la piscina. Mamparas desde el acceso. Carriles para humanos en una dirección y en otra, divididos . Las sillas en las que miles de padres han esperado a miles de niños con la merienda durante los cursos de tarde están ahora clausuradas con una cinta rojiblanca.

Todo menos las pistas

Una sala de clases colectivas está abierta . Sólo está la profesora con tres alumnas pero suena ‘Portobello Road’ a todo lo que da, como si aquello fuera el Mundial de Aerobic de 1988. Da igual, el deporte, cuando se hace de corazón, es individual por más o menos gente que haya alrededor. El pequeño gimnasio, la sala de pesas, también está ya activa. También con seis personas.

Los vestuarios de natación, renovados, distanciados, empantallados, todo es más distante, lleno de plástico profiláctico . Como las duchas. La salida a la piscina parece una autopista para personas, con pasillos y flechas verde fluorescente de direcciones pintadas en el suelo. Como un laberinto sin paredes.

El pretil donde los nadadores dejan su toalla y alguna bolsita con pertenencias o complementos (funda de gafas y gorrito, o de la mascarilla, recomiendan aquí que se guarde bien) está ahora dividido por colores para dejar espacio entre los de unos y otros.

El aforo está limitado por calles. No pueden coincidir más de ocho en cada una. No hace falta . La afluencia se limita sola. Hay temor a las aglomeraciones y nadie con más de 40 años las suele ya provocar ni frecuentar. «Aquí nunca hemos tenido que hacer cola», dice socarrón Ángel, uno de los usuarios. «Yo llevo años viniendo cuatro veces por semana y, en la piscina grande, siempre somos los mismos... Ocho, diez, veinte, no más. Otra cosa son las clases de mayores y de niños, las actividades de grupo en las piscinas más chicas. Ahí se concentraba gente y, ahora, claro, no están» resume.

Gel y mascarillas por todas partes, en cualquier espacio y desplazamiento. Excepto en el agua, el bozal es obligatorio y todo el mundo cumple . En territorio pureta son infrecuentes los negacionistas y rebeldes. El personal lleva con disciplina las prohibiciones. Porque la limitación es una variante de prohibición y ahora todo es limitación, todo norma. «Qué le vamos a hacer. Es lo que toca y es por nuestro bien. Tampoco cambia mucho. La mascarilla al ir y volver de la piscina o que estamos un poquito más alejados en los vestuarios, que ya lo estábamos. Es lo único diferente que noto además de la luz», afirma Cristina.

Todos los que vuelven en estas primeras jornadas en esta primera semana de reapertura destacan la claridad. La iluminación es natural y ahora entra más gracias a 44 lucernarios nuevos . Este cambio ha eliminado algo del aspecto industrial del recinto. «Que la luz sea del sol es una ventaja», explica Antonio Valdeón.

Hay algunas diferencias más. Los que acudían de forma esporádica pagando un ticket por hora, en días sueltos, para natación libre (qué redundancia), ya no podrán hacerlo . Por motivos de seguridad, sólo pueden acceder los abonados. Hasta nueva orden que tardará en llegar, dicen en la oficina con cierto pesar.

Los que tienen cuota mensual y acceso diario, por cierto, están invitados en agosto como compensación al año de obra y espera. Son 702 abonados en la actualidad. Uno de ellos lamenta el pequeño tamaño del detalle de bienvenida , o reencuentro: «Poco me parece una quincena gratis para lo que nos hemos perdido, nos dijeron que cerraban cinco meses», dice Juan Antonio para romper el consenso de comprensión.

Impolución

La higiene es absoluta. Todo reluce, todo se relimpia ahora cada pocos minutos, como en todas partes. El agua tiene más cloro. Se nota en los ojos. Ya veremos si en la piel. Se limpia casi todo. El lunar es comprensible. La zona de gradas de la piscina presenta aún mucha suciedad, con restos de plásticos y envases por todas partes como prueba de la duración e intensidad de las obras. Es un fallo menor puesto que las gradas están clausuradas y la concentración de público en esas localidades está vedado.

850.000 euros después, 383 días más tarde, pandemia mediante, volver a nadar cuando apenas puede hacerse nada sin temor, sin colas, sin gente, resulta tan placentero y saludable como antes para los parroquianos, para los fieles.

La ceremonia cotidiana y personal, como en el cine, como en el bar, es algo más triste. O quizás más serena. Menos concurrida. O quizás más tranquila . Más vigilada. O puede que más segura. Más limpia. Impoluta. Quirúrgica. O quizás menos viva. Como todo, ahora, en todas partes. Como los regresos que vendrán, uno a uno, esos sí en cola. Quizás. Igual, no.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación