Con 'C' de Cádiz
«Mi corazón es de Cádiz, pero el alma la tengo en Barcelona»
Juanito Mariana repasa una vida fracturada por una valla aunque con la gratitud por bandera para enaltecer lo bueno de fuera y ahogar el silencio de su patria chica
Juanito el de la Mariana tiene nombre de flamenco y, en parte, le va como anillo al dedo a pesar de que en sus tiempos mozos fuera futbolista. Juan García Torres (Cádiz, 1946) tiene porte de artista, como el de esos cantaores de cante ... jondo que mecen sus palabras y acunan sus sentimientos más viscerales, que los tiene, pero que los suelta como ese viejo gitano, con más pena que rencor, que no lo tiene. Así es a simple vista un gaditano del barrio Santa María al que le contemplan 76 años y un sentimiento de agradecimiento catalán adquirido de su niñez y del mimo con el que todavía lo tratan en la ciudad condal cada año que es invitado por los veteranos de un club que el pasado lunes fue derrotado en su estadio por el Cádiz.
Precisamente, la entrevista se desarrolla este pasado lunes en el estudio principal de Cope Cádiz, donde Juanito ha acudido para retransmitir el Barcelona - Cádiz en compañía de su hijo Álvaro, ambos, invitados por Rubén López, la voz deportiva, cofrade y carnavalera de la cadena gaditana.
De sus palabras afloran muchas alegrías, anécdotas y un sentimiento de frustración ahogado por la buena suerte que le deparó la vida, que le ha dado una fantástica familia de cuatro hijos. Golpes se ha llevado, muchos. El último, la pérdida de su mujer, pero Juan es un hombre optimista a pesar de todo. Este niño de oro del barrio Santa Maria se ha hecho mayor sin dejar de ir nunca de frente. Y por eso mismo, cuenta su historia con el mismo desparpajo y elegancia que dejaba atrás a sus rivales. Uno de ellos, en fatal percance, lo dejó lisiado frenando en seco la progresión de un fantástico futbolista que no ha recibido el merecido homenaje donde más gusta recibirlo a uno y donde más duele el silencio, en su tierra.
-Usted nació en el barrio de Santa María. ¿Qué recuerda de aquella niñez hace ya más de setenta años?
-Fue como la de un niño normal. En 1958 entré en el colegio de curas La Salle Mirandilla cuando ya tenía uso de razón, pero antes, siendo más pequeño, pasé por los colegios San Martín y El campo. Yo vivía en la calle del Duque, cerca de san Bautista, que era donde estaba La Salle. Mi padre trabaja en el Astillero y yo no tenía más que dedicarme a estudiar en la escuela y a jugar por las tardes en el campito que tenía la Mirandilla. Fue allí donde me hice famoso, primero por el barrio, y poco después entre la gente de Cádiz que se movía por el fútbol. Ya entonces se comenzaba a saber que había un chaval que jugaba muy bien a la pelota en la Mirandilla.
-Y lo llama el Cádiz, ¿no?
-No, no, no. El Cádiz no tuvo nada que ver en esos momentos. Mi primer equipo fue La Pastora, teniendo ocho o nueve años. Los partidos se jugaban en el campo Las Vacas, lo que hoy es el colegio Las Esclavas. Recuerdo que había tres campos, pero en el más grande eran donde jugaban los juveniles. Algunos de los equipos de esa época eran el Peña Pinto, el Santo Domingo, El Pilar... Equipos contra los que jugué porque me falsificaron el carnet teniendo yo once años. Un año después, con doce, me voy a vivir a Barcelona con un tío mío que trabajaba allí como portuario y que había venido al entierro de mi difunta abuela Mariana, de ahí que me llamasen Juanito Mariana. Entonces, al morir su madre y esas cosas que pasan en la niñez, me entró el capricho de irme a vivir con él. Mis padres, como me vieron tan ilusionado, me dejaron irme. Tres años estuve.
-¿Y qué hace en esos tres años?
-Mis tíos me colocaron en una imprenta y durante esos tres años también juego en un equipo al que le llamaban los Ausias March, porque llevaba el nombre de un personaje famoso y que tenía el nombre de la calle en la que estaba ese Centro Cultural y Deportivo al que yo me apunté para jugar. Era por la zona de Pueblo Nuevo. Con ellos jugué en juveniles esos tres años, los que iban de los doce a los quince. Hasta que me llamaron mis padres para que volviese a Cádiz porque tampoco es que me quisieran ver ya establecido trabajando en una imprenta desde tan joven. Así que me vuelvo.
-¿Por qué era tan conocida su abuela?
-Bueno, en realidad, era conocida en el barrio porque en el barrio nos conocíamos todos. Pero el que tuvo mucho nombre en la ciudad era mi abuelo, José Torres, que trabaja como portuario y era capataz. Pero no capataz de una cuadrilla, no; él era el capataz de los capataces. Él sacó al Pájaro, al Rubio del Aceite y a muchos más que fue enseñando. Tenía su equipo de capataces. De hecho, el hijo del Pájaro, el que es hoy el Pájaro, José Luis, es su ahijado.
-Curioso, eso. Así que ya había capataces generales entonces. Esta bueno saberlo. Bueno, sigamos. ¿Cómo fue su reencuentro con Cádiz?
-La noticia de que regresaba se sabía y la misma noche que llegué del ferry, ese que llegaba todos los lunes a Cádiz con los correos de Barcelona, ya había gente en mi casa esperándome porque esa mismo noche de mi llegada había dos personas en mi casa. Eran dos chavales del Centro Berchmans, que era un centro cultural y deportivo que también celebraba misas en su sacristía, allá por San Severiano. Total, que fue un entrenador del equipo acompañado de un compañero mío de mis inicios en La Pastora. La verdad es que me rifaban los equipos pero como yo tenía muchos amigos en el Centro Berchmans decido irme con ellos y hacemos un equipo serio Juvenil. Se seguía jugando en el Campos las Vacas y también en el de Ingenieros, que era donde estaba el cuartel militar, el de artillería, no de marinería. Ese equipo tenía muy buenos jugadores y de ahí me fichó el Balón. Firmé con ellos como amateur porque no quería obligaciones ni nada. Yo no llegué a ser juvenil del Cádiz CF, pero como el Balón era un filial pues me tenía a tiro el primer equipo, que me llamó a los tres meses. Y firmé. Era el año 1963.
-Y comienza su andadura en el Cádiz CF. Vamos a ella.
-Fue mi primera etapa, ya que tuve dos. Estuve un año entre Balón y Cádiz y seis en total en el Cádiz. En el 64, con 18 años, entro a formar parte de la primera plantilla, que jugaba en Segunda. El club lo presidía Márquez Veiga . Esa fue mi primera etapa; la segunda la viví viniendo de Segunda, en la 71/72, siendo presidente Gutiérrez Trueba, otro que ya no está.
-Yo era de todo. Era extremo, interior en punta, delantero, mediapunta. Jugaba de todo en lo que era atacar. Era un clásico jugador de la parte de arriba. Medía poco, 1,68, y era más bien rápido y delgadito. Una maravilla. De mi juego se enamoró mucha gente de Cádiz y enamoró a muchos equipos. Real Madrid, Valencia, Athletic, Betis, Sevilla, Barcelona... Yo he dado más goles que he marcado. He dado muchísimos a Machicha, a Baena, a Santiago... Muchos delanteros me deben muchos goles por mis centros. Me llamaban el niño de oro porque mi fútbol era eso, oro puro.
-¿Cómo fueron esos primeros años en el Cádiz?
-Fueron los mejores y más felices que pasé como futbolista. En esos primeros cuatro años de mi primera etapa fue cuando me di a conocer y me fichó el Barcelona. Sobre todo, tras una promoción de permanencia contra el Eibar, donde conseguí el gol que nos daba la oportunidad de desempatar en el Metropolitano de Madrid. En ese Eibar jugaba Gárate, que luego iría al Atlético. Pues bien, yo tiré el penalti a dos minutos del final teniendo 17 años nada más para jugarnos los cuartos en Madrid. Supongo que lo lancé yo porque era muy tranquilo.
-Tras cuatro temporadas en el Cádiz, al que deja asentado en Segunda gracias a sus goles -unos diez por temporada- le llega la posibilidad de crecer. ¿Cómo es ese salto al FC Barcelona?
-Efectivamente, estuve solo un año allí, aunque después fueron dos. El FC Barcelona me fichó pagando al Cádiz cerca de cuatro millones de la época y un amistoso. Quien se pone en contacto en persona fue un buen amigo mío que lo llegó a ser después de ser un admirador de mi juego, César. Era una persona maravillosa. Él era ojeador del Barça y yo lo acabé queriendo muchísimo como amigo gracias a esos años que pasé allí. Se portó genial conmigo. Él y Seminario, otro compañer
o del Barça que después jugó en el Zaragoza. Dos grandes compañeros y amigos. También Balmanya, que mandaba en el Barça, quería tenerme allí.
-Además de los cuatro años de amarillo en los que destaca en Segunda, ¿se recordaba su nombre en Barcelona de cuando era un chaval jugando durante esos tres años en el Ausias March?
-Sí que se recordaba, sí. Porque en esa anterior etapa estuve seleccionado para jugar con la Peña barcelonista Kubala y ya me dieron a conocer como 'el niño de oro'.
-¿Allí también le llamaban Juanito Mariana?
-No, allí mi nombre futbolísitico era Juanito a secas.
-¿Cómo era esa afición culé?
-El Barça, lógicamente, desde siempre ha sido un equipo muy de técnica y con muy buenos jugadores. Mundialmente siempre ha tenido a los mejores. Siempre han pasado los más grandes de la historia del fútbol. Y claro, su afición está acostumbrada a lo mejor. Está y estaba.
-¿Qué entrenador le tocó a usted?
-El año que estuve Salvador Artigas, un catalán que estaba en Francia cuando lo ficharon.
-¿Y por qué sólo estuvo un año, Juan?
-Entre lesiones y las desgracias que tuvo uno, ya sabe, un andaluz en Cataluña... Porque allí los Rexach , Rifé y compañía pesaban mucho en el club y en el vestuario. Anteriormente a mí estuvieron Oliveros y tres o cuatro más de fuera que tampoco se pudieron abrir paso. Y más en aquella época en que no había extranjeros. Los extranjeros éramos nosotros y no teníamos mucho peso en el club.
-Tampoco había cambios, ¿no?
-Sí, sí, cuando yo fui al Barcelona ya había cambios, pero anteriormente no había.
-¿Podemos decir que le ocurrió lo mismo que a Manolín Bueno, que siempre fue el eterno suplente de Paco Gento, que para colmo no se lesionaba ni en una guerra?
-Desgraciadamente sí. Nos pudo pasar algo igual porque si él tenía a Gento yo tenía a Rifé como lateral derecho y a Rexach como extremo.
-Pasa ese año en Primera y qué toca.
-El Granada.
-Uff... ¡¿El Granada?! Ese equipo tenía a dos 'matarifes' como defensas. Los sudamericanos Aguirre y Fernández. El paraguayo Fernández fue el que lesionó a Amancio con una entrada de cuartelillo. ¡Menudos eran! Hay una serie de documentales en Movistar ('España antes del tiki taka') que habla de ese Granada y en el que sale, precisamente, Charles Rexach contando una anécdota de cuando iba con el Barça a jugar a Los Cármenes y pasaba el autobús del equipo por la plaza de toros camino del estadio y decía 'qué suerte tienen estos' en alusión a los toreros, que no se las tenían que ver con la defensa nazarí. Al parecer había jugadores que decían que no querían jugar contra los que fueron sus compañeros. Cuente, cuente.
-Los más grandes del mundo, allí llegué yo. Jugábamos en Primera, además del argentino Aguirre y Fernández, también estaban Castillo, Lorenzo... Había unos cuantos. Mi compadre era y es Fernández. Un hijo suyo es ahijado mío. Fui a su boda como testigo.
-¿Cuántos años está en el Granada?
-Estuve dos, los que firmé. Hasta que me pasó lo del brazo.
-¿Qué le ocurrió?
-Una fractura de húmero en un partido amistoso de entrenamiento. Me partí el brazo en tres partes. Era un partidillo que echábamos los jueves y donde se probaban a jugadores y uno de ellos me cogió y me empotró contra la valla -dice ahogándose en sus palabras mientras enseña las consecuencias de aquel desenlace fatal para su carrera-. Tenía yo ahí 24 años.
-Joder, me voy a marear. ¿Y no dijo adiós al fútbol?
-Seguí, seguí. A pesar de que me operaron en tres ocasiones. Desde luego, y a la vista, no estaba tan grave como se
aprecia ahora, pero sí que se notaban las lógicas molestias que sufrí. Ya nada fue lo mismo. Aunque lo intenté.
-¿Cuánto tardó en recuperarse?
-Cerca de un año. Me operé por segunda vez en Barcelona. Me hicieron lo que pudieron no sin tener un problema gordo porque por poco me voy 'pa' allá. Tuvieron que cambiarme la sangre. Fue un lío. Esto era el 69/70. La rahabilitación y la vuelta a los entrenamientos lo hice con el FC Barcelona, que desde siempre se ha portado conmigo como un club de primera categoría.
-Antes de este doloroso episodio. ¿Su nombre nunca sonó para la selección absoluta?
-Sonó una vez con Balmanya, que estaba en el Barça pero a su vez formaba parte del cuerpo técnico que llevaba la Selección, dirigida por Miguel Muñoz, pero que tenía a Molowny y Artigas como ayudantes. Me mandaron un telegrama diciéndome que me presentará en un entrenamiento, pero al poco tiempo me dijo Domingo Balmanya, que estaba en el Barcelona como secretario técnico, que no, que ya no me querían en ese momento.
-Dicen los viejos del lugar que con Balmanya fue la vez que mejor se jugó al fútbol en Carranza a pesar de no conseguirse el ascenso.
-Es posible, sí. Además, fue el año que yo dejé el Cádiz, mi último (72/73). Quedamos quinto, creo. (Fueron séptimos, cerca del ascenso, sí).
-Retomemos su trayectoria. Lo habíamos dejado recuperándose en Barcelona de la triple factura del húmero. ¿Qué le depararía su recta final profesional?
-El Granada me dio la baja porque Gutiérrez Trueba los llamó desde Cádiz para que no negociasen con nadie porque me quería aquí. Y regresé para dos años.
-¿Y ya nota que no es lo mismo?
-La habilidad y la agilidad no eran la misma, no. Eso sí, de 38 partidos, jugué 34 ese último año.
-¿Cómo fueron esas dos campañas?
-En esas dos temporadas tuve lo menos cinco entrenadores. Tuve a Balmanya, que fue el último. Ya antes, en la 71/72, tuve a Bolea, a Naya, a Daucik... Esa temporada estaba el equipo muy malamente, la verdad. Tan mal que jugamos la promoción para no bajar a Tercera contra el Sestao. Allí ganamos 1-2 y aquí empatamos a dos. (No lo dice él, pero sus goles fueron claves para llegar a alcanzar esa promoción de permanencia).
-¿Se sentía querido por la afición gaditana?
-Sí, hombre. Yo siempre he sido querido. Mi fútbol enamoraba a la gente y aquí siempre ha habido gusto por el fútbol de arte. Las cosas como son. No era muy goleador, pero siempre aportaba una media de diez por temporada. Ponía los balones como nadie.
-¿Cómo fue su salida del Cádiz?
-Pues me dieron la carta de libertad siendo Balmanya el entrenador, que fue el que me traicionó.
-Vaya. ¿Qué pasó?
-Me hizo jugar 34 partidos y un día me llamó al club el presidente para decirme que no contaban conmigo. Me dijo que tenían otras miras y qué sé yo más. No me dieron muchas explicaciones. Así que con mi carta de libertad me fui al Levante, que acababa de descender a Segunda. Allí en Valencia estuve otros dos años hasta que me retiré con 29 para 30 años.
-Muy joven.
-Claro, lo del brazo me impedía ya seguir con normalidad. Sería la 75/76.
-Cuelga las botas y quiere seguir vinculado al fútbol o ya coge otros derroteros.
-A ver, tanto como vinculado laboralmente no, pero unido sí. Me da por jugar al futbito y también me fui al Balón con Manolín Bueno. Allí se puede decir que acabamos los dos como futbolistas ayudando a un nivel más amateur que profesional.
-Qué bueno. ¿Y nunca entró a trabajar en el Cádiz como técnico o empleado?
-No, no me dejaron. O no me quisieron. Estaba entre David Vidal y yo y entró él. Las cosas.
-Ya como aficionado. ¿Disfrutó con la magia de otro cadista que también vistió la camiseta del Barcelona en una gira?
-Claro que disfruté. Y hasta lo conocí. Y muy bien. El primer día que llegó Mágico a Cádiz lo invité a una tortilla de patatas en el Mesón Riojano, que estaba en la Avenida de Portugal. Y el último día antes de irse lo invité a una dorada en Las Flores. Estuvimos hasta las tres de la tarde que él ya se tenía que ir. Esos dos detalles los tuve yo con él y me siento muy orgulloso cuando lo cuento.
-Supongo que hablaron del Barça.
-Yo me eché a reír y él también.
-Puedo imaginar el motivo, pero ¿por qué?
-Porque era muy flojo y muy golfo. A pesar de ello, cuando me llamó Rodri, del Barcelona, para pedir informes yo no hablé nada de eso sino todo lo contrario. Le dije lo que era sobre el campo. «Es maravilloso. Si te lo llevas os enamoráis de él en un momento», les conté sin mentir pero ya luego fuera del campo era otra cosa, claro. Total que se lo llevaron al emplazamiento ese que hicieron por América y pasó lo que pasó. Era muy golfo para el fútbol, muy buena persona pero muy manejable.
-Sí que dejó anécdotas, sí. Que si una chica en su habitación durante una alarma de incendio, que si se quedaba dormido. Digamos que no dio el do de pecho con ellos. ¿Se lo admitió?
-Y tanto que sí. Aquí en el Cádiz era igual, pero le gustaba estar y se le aguantaba. Ha sido muy bueno, pero me hubiera gustado haberlo visto igual de bueno en el campo que centrado fuera. Pero se desvió y no seré yo quien hable de su vida privada. Otra anécdota de esos años que me pasó fue la vez que vino Juanito a Cádiz y le dijo a Juan José, que fue el que lo trajo por su amistad del Madrid, que me llamara porque quería verme. Recuerdo que fui al Riojano y allí estaban ellos más Mejías, Mané... Puedo decir que fue una buena sobremesa. Entable con Juanito una bonita amistad a raíz de nuestra experiencia, la de uno en el Madrid y la de otro en el Barcelona. Teníamos formas parecidas de jugar y de ser. Juanito, fuera del campo, era un encanto de persona. Muy cercana, feliz, transmitía alegría.
-Y ahora que ve tantas puertas, homenajes y nombres de antiguos jugadores y demás qué piensa.
-Si es por méritos, fútbol y demás sería lógico que hubieran contando conmigo pero nada.
-Sobra decir que se siente más querido en el Barcelona que en el Cádiz.
-Yo sí. Es la verdad. Me han querido más y me han buscado hasta trabajo. Yo comprendo que el Barcelona es el Barcelona y el Cádiz es el Cádiz, pero la verdad que el FCB es un club muy grande y que se preocupa de todos los jugadores que ha tenido.
-Una vez cuelga las botas, ¿cómo se gana la vida?
-Me retiro porque gracias a Dios invertí lo ganado en el fútbol y me compré dos apartamentos en el Paseo Marítimo, un local comercial y todo lo que se podía comprar para poder ahora vivir de la renta. También trabajé junto a un íntimo amigo mío que conocía del Centro Berchmans que tuvo una imprenta. Fui comercial junto a Eduardo Fernández Castaño, que tenía una representación de jamones, chacinas... A los 68 años monté en la Avenida Segunda Aguada un negocio de importación con el que estuve cotizando unos quince años antes ya de jubilarme.
-¿Cómo ve el Cádiz actual?
-Esto es un paraíso para el turista, y para el jubilado más todavía.
-¿Y para el joven?
-Para el joven ya no tanto. Para unos porque no les gusta mucho trabajar y para otros porque no hay trabajo.
-Sé que suele ir una vez al año a Cataluña. ¿Cómo ve esa tierra con el paso de los años?
-Ha cambiado muchísimo. La libertad que tienen hoy en día no es la que tuvieron en el franquismo, que lo tenía todo militarizado.
-Vamos, que entiende el sentir independentista que ha irrumpido con más fuerza si cabe estos años.
-Por supuesto que sí. Además es que se notaba ese descontento con el Estado a pesar de que siempre han sido muy suyos con el dinero.
-Viene a la radio a comentar el Barcelona - Cádiz. ¿Con quién va?
-Es como todo, el corazón lo tengo en Cádiz pero mi alma está en Barcelona. Allí tengo muy buenos amigos y soy veterano del club. Este mes toca ir otro año más. Nos invitan a todos a pasar unos días juntos y pasamos muy buenos ratos recordando aquellos tiempos. Nos llevan a la Costa Brava esta vez. Se portan de categoría con todos los que defendimos sus colores. Otro años hemos ido invitados a Portugal y a otros sitios muy bonitos, además de a visitar las instalaciones del club. El trato es de maravilla y la verdad es que se agradece una barbaridad que se acuerden de uno así pasado tanto tiempo. Todos los años me llega la invitación y la recibo con mucha ilusión y gratitud. Mis hijos son testigos de la alegría que me da cuando llega la carta del club. Y eso que solo estuve un año. Menudo club.
-Igualito que aquí...
-Pues mira, eso lo dejo 'pal' cielo, pero no, no sé están portando tanto como... Pero bueno, los cabreos no son para mí, pero cuando me preguntan pues uno contesta con el corazón y con lo que siente.
-Pues sí. Es usted un caballero. Da gusto charlar de esta manera pero esto (el fútbol) va a empezar y ya nos echa el directo. Me da que de seguir hablando podría darme para tres periódicos.
-Y para tres libros... je je je Y todas cosas positivas y alegres, eh, nada de penas.