En el año 2009 se llevaban a cabo los últimos derribos en el conjunto de las casitas bajas, en la Barriada España. La piqueta acababa entonces con unas viviendas que apenas reunían las condiciones de habitabilidad mínimas para las cincuenta familias que en ellas residían. Se tiraron todas menos tres.
Hubo algún propietario con quien no se llegó al acuerdo de permuta a través del cual la mayoría de los antiguos inquilinos de estas casas viven ya en un bloque de pisos de nueva construcción levantado en un extremo del mismo solar.
Concretamente quedaron en pie tres casitas. Uno de los vecinos se negó a irse y por eso no se pudo tirar su vivienda. La colindante también se respetó para no causar problemas de seguridad en la primera vivienda.
Pues después de años cerradas (la tercera que queda en pie, en el otro extremo del solar, está tapiada), esas dos casas han sido okupadas. No es algo nuevo. Los vecinos de la zona confirman que una de ellas está habitada desde hace unos dos años y la otra desde hace «cinco o seis meses».
La presencia de estas familias, que aseguran los vecinos que no suponen ningún problema para ellos, es evidente desde la calle. Basta con ver la ropa tendida en la zona trasera de una de las casas.
El solar en que se ubican las casas, colindante con la avenida transversal, lleva años a la espera de ser urbanizado. Allí se debe construir una zona verde, un equipamiento social y una torre de viviendas.
En el caso del edificio la responsabilidad del proyecto es de una empresa privada que no cuenta con financiación para llevarla a cabo, por lo que no parece que haya prisa por desalojar a estas familias que se han visto obligadas a buscar un techo. Una realidad que cada día se repite más en la ciudad.