Monago, ayer cuando compareció tras conocer la decisión de IU. /Efe
Consejo Político Regional

Extremadura consuma el cataclismo territorial del PSOE

El resultado de la votación ha sido de 28 votos a favor de que el 'popular' José Antonio Monago presida la Junta, frente a 21 votos a favor de dar el apoyo al socialista Guillermo Fernández Vara

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Por primera vez en la historia autonómica, Extremadura tendrá un presidente no socialista. La dirección regional de Izquierda Unida resolvió que sus tres diputados se abstengan en la votación de investidura con lo que permitirán que el candidato del PP, José Antonio Monago, sea el nuevo presidente de la Junta. La decisión destroza la última esperanza del PSOE para conservar algo de poder territorial tras las elecciones del 22 de mayo. Por primera vez, ninguna de las 12 autonomías que celebraron elecciones ese día tendrá un gobernante socialista.

El PP obtuvo 32 diputados y se quedó a uno de la mayoría absoluta, el PSOE sumó 30, e IU, tres. En cualquier otro momento ese resultado hubiera servido para que el socialista Guillermo Fernández Vara revalidara su mandato con el auxilio de la coalición de izquierda. Pero la decisión de abstenerse, pone en bandeja el Gobierno autonómico a los populares de Monago y certifica el cataclismo territorial del PSOE. El poder autonómico de este partido queda reducido a Andalucía y País Vasco, donde además las perspectivas de que José Antonio Griñán y Patxi López puedan revalidar sus mandatos en 2012 y 2013 son bastante oscuras.

Hasta estas elecciones, los socialistas presidían los gobiernos de siete comunidades autónomas y de golpe y porrazo han perdido cinco, Asturias, Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha y Extremadura, además de Cantabria, donde eran el socio secundario de los regionalistas de Miguel Ángel Revilla. El PSOE solo tendrá a partir de la próxima semana presencia en los gobiernos de Navarra y Canarias, pero como socio minoritario de Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria, fuerza muy minoritarias en el panorama nacional.

La presencia minoritaria en los ejecutivos navarro y canario no se pude considerar, admiten fuentes de la dirección del PSOE, siquiera un paliativo. En la comunidad foral, los socialistas bajo el mandato de Yolanda Barcina tendrán una vicepresidencia y tres consejerías mientras que en las islas controlarán también tres departamentos en el Gobierno del nacionalista Paulino Rivero. Un bagaje insuficiente para paliar el mazazo que supuso para la dirección federal del partido la pérdida de Extremadura.

Los socialistas han gobernado esa comunidad desde que diera sus primeros pasos autonómicos, primero con Juan Carlos Rodríguez Ibarra desde 1983 a 2007, nada menos que 24 años, y entre 2007 y 2011 con Guillermo Fernández-Vara. Hay que remontarse a la etapa preautonómica para encontrar gobernantes de otro color político. De 1978 a 1982, los centristas Luis Ramallo y Manuel Bermejo encabezaron la Junta Regional extremeña, pero desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía los presidentes han pertenecido al PSOE, que además ha gobernado casi siempre con sólidas mayorías absolutas.

Autoridad en entredicho

Si la pérdida de Extremadura supone la puntilla para los socialistas, también es un revés en toda regla para el coordinador general de la coalición, Cayo Lara, y la dirección nacional, partidarios de evitar a toda costa un gobierno de los populares en la región aunque fuera al precio de respaldar sin ningún entusiasmo al socialista Fernández-Vara. El líder de IU y la plana mayor de la coalición se desplazaron este fin de semana a Mérida para intentar evitar que la abstención de sus tres diputados autonómicos diera el Gobierno autonómico al PP, pero fracasaron y, de paso, su autoridad quedó en entredicho. Lara garantizó durante la campaña y después que su formación "ni por activa ni por pasiva" iba a permitir "gobiernos de la derecha". La primera oportunidad en que su compromiso se puso a prueba, en Extremadura, no aguató ni un debate.

El Consejo Político Regional de IU, una vez concluida la fase de asambleas locales en las que se votó la postura que debían defender sus parlamentarios, acordó facilitar que los populares gobiernen. Hubo 28 votos a favor de la abstención y 19 partidarios de apoyar a Fernández Vara; un resultado más ajustado que el de las asambleas, en las que tres de cada cuatro militantes se inclinaron por la abstención, el 22% a favor de respaldar al socialista y el 3% apostó por gobernar con el PSOE.

El líder regional de la coalición, Pedro Escobar, era partidario de apoyar a Vara porque era "la opción menos mala", tesis compartida por los dirigentes más relevantes, quedó en minoría. La reacción de los dirigentes nacionales de IU no se hizo esperar. Su único diputado en el Congreso, Gaspar Llamazares, afirmó que se trata de "un grave error", el líder de la coalición en Madrid, Ángel Pérez, dijo no compartir la decisión. Ambos, aunque no lo verbalizaron, recuerdan la nefasta experiencia para IU de la aproximación al PP a partir de 1996 con Julio Anguita y José María Aznar, la conocida como la pinza, que marcó el principio del profundo declive de la coalición.

Se abre así una etapa difícil para IU a escala nacional en la que tendrá que cargar con el 'sanbenito' de que sus votos, como hace 15 años, benefician al PP y no sirve como expresión de la izquierda desencantada con el PSOE.