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17.06.09 -
Las consideraciones efectuadas por el gobernador del Banco de España con motivo del informe anual de la institución sobre la economía española han reavivado el debate sobre cuestiones tan relevantes como la reforma del mercado laboral o las posibles nuevas subidas de impuestos, tras las decididas por el Gobierno para el tabaco y los carburantes.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha avisado del riesgo de que la destrucción de empleo se prolongue más allá del inicio de la recuperación, una posibilidad tan factible como inquietante que no puede ser desdeñada, como tampoco pueden serlo, con argumentaciones simplistas o maniqueas, sus reiteradas alusiones a la necesidad de introducir cambios en el mercado laboral. Especialmente cuando el objetivo prioritario, ante unas perspectivas preocupantes que el Ejecutivo ha asumido al revisar su cuadro de previsiones macroeconómicas, ya no es únicamente avanzar hacia un nuevo patrón productivo, sino evitar que prosiga la sangría del paro y que los desempleados lo sean cada vez durante más tiempo. La parálisis que sufre el diálogo social, evidenciada ayer de nuevo por parte de patronal y sindicatos, y la reducción improcedente del debate sobre la reforma laboral a la disyuntiva sobre el abaratamiento del despido están convirtiendo en estéril e incluso perjudicial una análisis que se ha demostrado insoslayable ante la profundidad de la crisis y sus efectos sobre el empleo. Junto a ello, las advertencias del gobernador del Banco de España sobre la apremiante necesidad de reestructurar el sistema bancario, sobre el agotamiento de la política fiscal para reanimar la economía y sobre las contraindicaciones que podrían suponer una mayor carga tributaria para el establecimiento de la confianza en la recuperación interpelan, cuando no cuestionan, las posiciones del Gobierno. Un Ejecutivo que en las últimas semanas está tratando de combinar unas expectativas más realistas sobre la salida de la crisis con la negación o la matización de aquellos aspectos más impopulares que van saliendo a su paso, reflejados ahora en el eventual incremento de los impuestos en el futuro. La querencia por este equilibrio imposible sigue restando claridad a los mensajes de Zapatero y su equipo económico, al tiempo que sugiere renuencias a actuar conforme a la gravedad que ya sí se admite sobre la recesión.

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