17.06.09 -
Los seguidores de Mir Husein Musavi volvieron a desafiar la orden del Ministerio de Interior y se echaron a la calle para protestar un día más contra lo que consideran unas elecciones manipuladas. Cambiaron el verde habitual por el negro de luto en homenaje a los manifestantes abatidos a tiros por las milicias islámicas del Basij en la manifestación pacífica del lunes. Cientos de miles de personas volvieron a mostrar que Teherán no es territorio de Ahmadineyad, aunque el recién nombrado presidente -que pese a la situación interna de su país viajó a Rusia- también logró convocar a un buen número de seguidores, según informaron periodistas iraníes que siguieron las dos marchas.
Ante la posibilidad de choques entre reformistas y fundamentalistas, Musavi hizo un llamamiento a sus seguidores para que evitaran acercarse a la marcha progubernamental y evitar de esta manera el choque con los partidarios de Ahmadineyad. «No hace falta que vayamos a donde ellos, ellos vendrán a por nosotros en forma de basiyíes», aseguraba al teléfono uno de los miembros de la campaña de Musavi que denunciaba «el estado de terror impuesto por las milicias islámicas, que tienen derecho a hacer lo que quieran y hasta dispararnos, como se pudo ver ayer».
Los medios oficiales informaron de que fueron siete los fallecidos a causa del tiroteo que se inició al final de la marcha reformista en la plaza de Azadi, pero ese número se elevó a nueve con el paso de las horas, según fuentes médicas consultadas. El personal sanitario de este centro, al que fueron evacuadas las víctimas de la agresión paramilitar, salió por la mañana a manifestarse a la puerta del recinto para protestar por la «salvaje forma de actuar del Basij». El lunes por la noche ingresaron 28 personas en el centro y cuatro de ellas llegaron muertas. «La cifra de bajas es ahora mismo de nueve, siete a causa de heridas de bala y dos por fuertes golpes», aseguró una doctora que pidió mantener el anonimato. Con las batas blancas y respaldados por compañeros de otros hospitales como el Imán Jomeini, su protesta fue finalmente disuelta por la Policía que les ordenó despejar la calle y les encerró literalmente en el recinto hospitalario.
Concluido el plazo para presentar las oportunas alegaciones y tras revisar las solicitudes enviadas por Mir Husein Musavi, finalmente el Consejo de Guardianes, órgano responsable de dar el visto bueno a las elecciones, se mostró dispuesto a ordenar un nuevo recuento de votos, pero no a una repetición de los comicios tal y como exigen los reformistas.
Encierro
De esta manera, si finalmente no se celebran estas nuevas elecciones y Husein Musavi cumple con la palabra dada a sus seguidores, el líder reformista estaría más cerca de iniciar un encierro en el mausoleo del Imán Jomeini. El fundador de la República Islámica tuvo a Musavi durante ocho años como primer ministro en los duros años de la guerra con Irak y se vio obligado a mediar al menos en dos ocasiones entre él y el entonces presidente, Alí Jamenei, que ahora ocupa el lugar del fallecido Jomeini.
La República Islámica vive las horas más convulsas de su historia y los aliados del presidente apuntan al extranjero como factor de inestabilidad. «Hemos detenido a cincuenta personas con armas y explosivos y son responsables de los altercados de los últimos días gracias a la ayuda externa», declaró en la radio pública el ministro de Inteligencia, Gholamhossein Mohseni-Ejei. El factor de la injerencia externa hizo por fin su aparición en la escena oficial iraní.
Un gran hongo de humo negro emerge desde la plaza de Vanak, alzándose por encima de los edificios Escan. Los helicópteros de las fuerzas de seguridad sobrevuelan la ciudad y una enorme masa silenciosa y vestida de negro desciende por la calle Valiasr, mientras los antidisturbios y voluntarios del Basij salen a toda velocidad en motos desde sus bases para patrullar la ciudad. Son las pocas imágenes que la prensa internacional puede presenciar desde que las autoridades prohibieran trabajar a los periodistas extranjeros.
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