El plan de rescate bancario que ultima el Gobierno no es preventivo, como ha insinuado la vicepresidenta económica Elena Salgado, sino imprescindible e incluso urgente. El gobernador del Banco de España ha sido claro en el discurso que acompaña al informe anual de la institución: algunas entidades, que no todas, sucumbirán a la presión del deterioro de la economía sobre sus cuentas de resultados. La reestructuración del mapa financiero ya está aquí, y es condición indispensable, junto al ajuste del inmobiliario y la mejora de la productividad, para sentar unas bases sólidas en la recuperación del crecimiento.
No todas los bancos y cajas van a estar en la misma posición, y ya se pueden identificar «diferencias notables» en la gestión de riesgos concretos, capacidad de gestionarlos y en los 'colchones' de rentabilidad y solvencia de que disponen. Por todo ello, algunas entidades deben afrontar procesos de reestructuración. El papel que el sistema financiero desempeñará en la vuelta a la expansión, una vez superada la crisis, justifica, según el Banco de España, que el Estado se muestre dispuesto a «aportar capital» a las entidades de crédito viables que lo necesiten.
Fernández Ordóñez condicionó estas ayudas a la reestructuración de las instituciones. Y recabó el máximo consenso de las fuerzas políticas para buscar una salida «con el menor coste para los contribuyentes».
Más pobres
Las familias y empresas españolas verán cómo se debilita su situación patrimonial en los próximos meses, pese al descenso experimentado recientemente por los tipos de interés. Según el instituto emisor, aunque el impacto más duro de la crisis ya ha pasado, y la caída de la actividad será en 2010 más atenuada, «la trayectoria del empleo es preocupante», el proceso de destrucción de puestos de trabajo «puede prolongarse durante algún tiempo» y la tasa de paro continuará su senda ascendente.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez intenta que los mensajes del Banco de España pivoten en torno a dos ejes. La previsión de evolución económica que realiza una vez cada ejercicio -en esta ocasión se le ha quedado corta, pese a las alarmas que suscitó- y la intervención que en vísperas del verano lleva a cabo ante el consejo. En su más importante mensaje anual, el gobernador se detiene a explicar la complejidad del escenario. Explica que, como una pescadilla que se muerde la cola, la crisis ha mermado a la vez la riqueza de las familias y la renta que perciben, deteriorado el balance de bancos y cajas y minado la capacidad de las empresas de financiarse. Por eso hace falta actuar a la vez en todos los ámbitos.
Las entidades españolas, que pudieron sortear el impacto de la primera oleada de la crisis financiera adaptando sus fuentes de captación de fondos a las nuevas circunstancias de los mercados -recabaron depósitos de clientes y captaron abundante liquidez del Banco Central Europeo- tienen que reestructurarse para hacer frente a los nuevos riesgos, ahora derivados de la recesión.
El deterioro del empleo -que irá a más, y se prolongará más allá de la fase crítica de la economía- merma la capacidad de pago de las familias. A este factor se une el ajuste del sector inmobiliario, que había alcanzado un peso relativo importante en el balance de las entidades. La escalada de la morosidad «no se ha agotado todavía». «Este es un riesgo que las entidades han de tener presente y gestionar adecuadamente».
Esta expansión de los morosos coincide con la reducción de la actividad. Bancos y cajas prestan cada vez con mayor cautela, y el crédito que conceden va a caer, en términos reales. De forma simultánea, las entidades seguirán padeciendo las dificultades de unos endurecidos mercados de financiación.
Fernández Ordóñez explicó que las ganancias obtenidas hasta ahora por las entidades financieras no deben inducir a engaño. Los beneficios procedentes de la actividad propia de la banca tradicional -mucho menos dependiente de la evolución de los mercados financieros- explica que sus resultados sigan siendo positivos, en claro contraste con los registrados por buena parte de otras entidades de nuestro entorno.
Pero los resultados de los bancos y cajas españoles van a estar sometidos a fuerte presión en el futuro. Apenas crecerá la actividad, y la competencia por la financiación reducirá los márgenes. Los bancos no percibirán aportaciones sustantivas de capital privado, añade, mientras no desaparezcan las tensiones de los mercados internacionales.