El abuso comienza como un juego para los menores y de forma prolongada deriva en daños psicológicos, que llegan a reproducirse en el proceso jurídico asistencial. Este efecto del sistema se conoce como victimización secundaria, una consecuencia de la que los profesionales no llegan a tener constancia. El niño se ve obligado a repetir una y otra vez lo ocurrido a distintas personas ajenas a su entorno. Poco a poco se va dando cuenta de la importancia de los hechos y dudan de si pueden tener o no culpa en lo ocurrido.
Así se muestra en el corto producido por la Fundación Márgenes y Vínculos presentado ayer que recorre todos los pasos a seguir desde el punto de vista de la víctima. Este trabajo ha sido dirigido por el gaditano Antonio Cansino y narra la historia de una niña de ocho años que denuncia los abusos de su tío.
Para profesionales
Se trata de una herramienta más para luchar contra este tipo de delitos de la forma menos perjudicial para los menores. De hecho, se ha dirigido a los profesionales que están dentro de proceso: asistentes sociales, psicólogos, agentes de policía, médicos, abogados y jueces que, en ocasiones, «se limitan a cumplir la ley y olvidan que el que está enfrente es un niño que no tiene la misma capacidad de comprensión que un adulto», señaló Francisco Mena, presidente de la asociación responsable del cortometraje.
Este documento servirá para concienciar a los profesionales de lo que vive la víctima y su familia. «Algunas intervenciones ya se hacen de otro modo, pero es necesario que trabajemos desde la sensatez y la realidad», enfatizó la directora general de Infancia y Familia de la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social, Carmen Belinchón. Según explicó, el sometimiento de los menores a este protocolo «los hace sentir culpables y los convierte en una doble víctima». Francisco Mena explicó que la situación que se narra «es habitual porque el 60% de los abusos se producen en el seno de la propia familia a niñas de entre los seis y ocho años».
Las secuelas que pueden quedar tras pasar por el proceso judicial son pesadillas, ansiedad, miedo e incluso trastornos de la alimentación. A pesar de que es duro, los profesionales aconsejan que se denuncie para evitar que el agresor vuelva a repetirlo y para reparar el daño.
Así, Mena consideró que al disponer ahora de un equipo específico en la provincia para este tipo de delitos aparecerán más casos y aumentarán las querellas, ya que «la cercanía del dispositivo facilita las cosas y proporciona una mejor información».
El corto presentado ayer en Cádiz ha recibido la subvención de la Junta y se distribuirá a los profesionales que forman parte del sistema judicial.