Caras largas. Muy largas. Rictus serio. Muy serio. Una perfecta puesta en escena basada en el juego de mirarse a los ojos a ver quién aguanta más sin reirse. Cada concejal mirando fijamente a un periodista de los que tenían enfrente. Y al revés. Ganaron los concejales, claro. De largo. Jugaban con ventaja. Es imposible que no lo hubiesen ensayado antes. Allí mismo, en el despacho de la Alcaldía. Con Fermín Salvochea como mudo testigo de cómo José María González aleccionaba a los suyos. A todos excepto a Ana Camelo, que fue la única que no se retrató. Quizá durante los ensayos fue incapaz de contener la risa y su jefe la descartó para la puesta en escena final. Ya saben, esa foto que ilustra este artículo en la que el equipo de gobierno anunciaba el jueves el apocalipsis, el fin del mundo, el chantaje fascista del Gobierno del PP. Un Gobierno opresor y traicionero que se permite la libertad de advertir al Ayuntamiento de Cádiz (y a casi 50 más de toda España) que hay que pagar a los proveedores. Unos proveedores aún más malvados si cabe, que pretenden afixiar al pueblo de Cádiz queriendo cobrar por sus servicios. Un chantaje en toda regla intolerable, más propio del mismísimo Adolf Hitler que de un país democrático como España. Pero es que España -como bien nos recuerda casi diariamente nuestro excelentísimo alcalde en La Sexta o en Cuatro- es un país fascista, represor de las libertades, opresor de los más débiles, donde el sol no brillará ni los campos darán cosechas hasta que el anticapitalismo y la izquierda radical tome el poder de todas y cada una de las instituciones.
Así que ya sabe usted. Cuando allá por abril le llegue la carta de Hacienda diciéndole que este año le sale a pagar, la solución está clara. Como no dispone de un despacho de Alcaldía ni de nueve concejales fieles hasta la muerte de este Estado represor, coja usted a su parienta y a sus niños y se sube en lo alto de uno de los bancos del Palillero. Si no dispone de megáfono, enrolle una cartulina en forma de cono y utilícela como altavoz para gritar bien alto que Hacienda le oprime. A usted y a toda su familia. Que quiere secuestrar a sus hijos, que no piensa permitir ser rehén de ningún político y que de ninguna manera consentirá ponerse de rodillas ante nadie. Gesto serio, recuerde. Nada de sonrisas que se delata. Y asunto arreglado.
Sé perfectamente que el tema no tiene maldita la gracia. Que el surrealismo en el que estamos inmersos está pasando de pintoresco a altamente preocupante. Sólo cabe confiar en que quienes pueden revertir la situación -PP, PSOE y Ciudadanos- sean capaces de hacer un ejercicio de responsabilidad común y ponerse de acuerdo para acabar con este despropósito diario. Cuanto antes mejor. ¿O acaso creen que esta situación va a ir a mejor? Por difícil que parezca, sólo puede empeorar. Aún más.