Es un asunto menor, anecdótico. De hecho, mueve a risa. En una ciudad en la que hay tantos asuntos pendientes, tantas familias pendientes de encontrar empleo, tantos proyectos pendientes de salir de la parálisis, que representantes ciudadanos y medios se enzarcen en el debate sobre si un pseudo concurso de belleza del Carnaval debe ampliarse al género masculino provoca tanta hilaridad como pasmo. Sin embargo, si el origen de la disputa es manifiestamente menor, sus consecuencias no lo son. Por un lado, el anuncio del Ayuntamiento de Cádiz -que nadie había solicitado ni esperaba- demuestra que la capacidad de improvisación del gobierno local sigue intacta. Las ocurrencias salen cada semana, casi cada día y las rectificaciones llevan el mismo ritmo por una cuestión lógica. A la -disculpable, superable- falta de experiencia se suma un intento de aplicar el papanatismo a cada decisión. Así, la igualdad de sexos, el abandono del machismo, en la fiesta gaditana pasaría, en todo caso, por cancelar el certamen de Diosa del Carnaval. En ningún caso, por el ridículo, descacharrante, invento de convocar el de dios del Carnaval. A poco que se conozca la breve trayectoria del gobierno municipal de Podemos, es muy probable que finalmente se acaben anulando ambas convocatorias, rectificando, cambiando de rumbo como sucedió en los casos de otras dos celebraciones: las barbacoas del Trofeo Carranza y las subvenciones a la Semana Santa.
Pero por el camino quedará otra chapuza que incluso despertó ayer las críticas de los socios de gobierno de Ganemos. El alcalde, acorralado, calificó el debate de «cuchicheos de mentideros, diosas y ninfos». Puede ser respetable su opinión pero le conviene tener en cuenta un matiz. Esa discusión, ese asunto, lo ha inventado su equipo de gobierno.
