La compra y venta de viviendas, con toda la industria auxiliar que arrastra, con el mercado laboral que mueve, siempre se ha entendido como uno de los mejores termómetros del vigor económico de cualquier sociedad. Cuando España entró en una de las recesiones más duras que se recuerdan, el mercado inmobiliario se convirtió en el símbolo, en el principio y el fin, en la víctima y el culpable de la recesión que afectó como apenas se recuerda en 30 años al poder adquisitivo de las familias españolas. Tan es así, que la expresión «burbuja inmobiliaria» se convirtió en sinónimo de la crisis, en una especie de sobrenombre. La exagerada inflación de la vivienda fue, sin duda, una de las causas más evidentes. La parálisis absoluta del mercado de compra y venta, de la construcción, fue una de las mayores consecuencias. Hasta las urbanizaciones fantasma, a medio construir, se convirtieron en una especie de postal de la época. Los expertos económicos recordaban una obviedad que, por entonces, hace cinco, siete, años, era conveniente resaltar: cuando el mercado inmobiliario vuelva a mostrar actividad significará que lo peor ha pasado, que la recuperación ha llegado para quedarse. Pues los números ya lo dicen. Incluso en la provincia tan castigada y con tan escasa renta per cápita como la gaditana. La recuperación de la demanda es una realidad en 2015 y Cádiz ya ocupa el tercer lugar en el listado andaluz con 5.526 operaciones, por detrás de Málaga (14.566 unidades) y Sevilla (6.979). Esa subida en las operaciones supone casi un 20% y deja 515 millones de euros en circulación. Lo mejor es que la situación se reproduce en todos los municipios de la provincia, con algunos datos tan llamativos como el de Chiclana, que recupera números anteriores a la crisis. Si esta situación era esperada como un buen síntoma, aquí está.