Resultó ilustrativo revisar el impacto que la inauguración del puente de la Constitución de 1812 tuvo en la ciudad de Cádiz, entre sus vecinos, en las redes sociales y en los medios de comunicación de alcance nacional. En casi todos los casos se resaltaban las dimensiones, ensalzadas con las comparaciones. Que si es el tercero en aquello, que si el segundo en lo otro y el primero en lo de más allá. Aparecía junto a viaductos célebres gracias al cine y la televisión, como si se propusiera el juego de las siete diferencias. Algunos entraron en el coste y el sobrecoste (vaya novedad en una obra pública), o en el retraso en los plazos de ejecución (otra gran peculiaridad respecto a cualquier gran proyecto de infraestructura). Incluso hubo sitio para la queja y la polémica. Que si el pueblo se queda fuera. Que si es propaganda política, que si es mal día, mala hora, mal momento y malas formas. Todo eso quedó reducido a nada, empequeñecido, en cuanto entendimos que lo importante empieza hoy. Cuando los gaditanos y visitantes, cuando los trabajadores y vecinos de cualquier localidad de la Bahía incluyan este gigante en su vida cotidiana empezará la realidad. Es cuando deben entrar en juego las funciones importantes, invisibles e inaudibles, sin micrófonos, cámaras ni poses partidistas. Será ahora cuando Cádiz tenga un tercer punto de comunicación con la Península. Un tercer nexo que es preciso rentabilizar en forma de inversiones, de visitantes, de dinamismo social y económico. La Bahía debe ser desde hoy un lugar mejor para invertir, trabajar, viajar y vivir. Esa es la finalidad de cualquier infraestructura. Cabe esperar que el impacto sea mayor cuando se trata de una colosal. Lo importante, el trabajo de sacarle partido a una herramienta fabulosa, comienza hoy. El resto es ruido.