Llegó el día. Después de décadas de espera, de años de trabajo y de negociaciones previas, de miles de conversaciones en la calle, en los bares, en los centros de trabajo sobre el mismo tema, Cádiz inaugura hoy por fin el segundo puente sobre la Bahía.
Una obra majestuosa, de una importancia desde el punto de vista técnico fabulosa, como no hay otra igual en España. Y apenas en el mundo. Una infraestructura de la que sentirse orgulloso más allá de ideologías o filiaciones políticas. Un puente que servirá para unir aún más ambos lados de la Bahía y que influirá directísimamente no solo en nuestra forma de desplazarnos, sino en la economía y el comercio de toda la zona.
Por eso hoy no debería ser una jornada de absurdos enfrentamientos políticos, sino de fiesta, de alegría, de felicidad por vislumbrar de forma tangible que debe haber esperanza de futuro para Cádiz. Si entre todos y desde hace muchos años hemos sido capaces de llegar a un día como hoy, entre todos debemos ser capaces de seguir construyendo futuro. No es este un triunfo del Partido Popular, ni del PSOE. No es una herramienta para hacer política contra Podemos. Poco importan a los ciudadanos los errores o las malas intenciones protocolarias. Lo realmente importante es que desde hoy podremos todos circular por una auténtica maravilla de la ingeniería. Ya en el año 69 Cádiz celebró por todo lo alto la inauguración del Carranza. Cierto es que los ciudadanos merecían esas jornadas de puertas abiertas prometidas y que el Ministerio de Fomento ha cometido un lamentable error no permitiéndolas. Pero más allá de errores puntuales, de la coyuntura política actual, hoy es un día para el recuerdo, para la historia.
Hoy Cádiz inaugura lo que debe ser todo un símbolo de su futuro.