El Ayuntamiento de Cádiz no sabe qué argumentos buscar para lanzarlos, figuradamente, contra el segundo puente y su inauguración. Sabe que la obra simboliza la máxima herencia de Teófila Martínez en la Alcaldía, durante 20 años, y del Ministerio de Fomento dirigido por el Partido Popular. Esa certeza les enerva hasta el punto de culpar al viaducto de todos los males sobre la tierra. Ayer, le faltó tiempo al gobierno municipal para relacionar un apagón que afectó durante cuatro horas a la ciudad, con los últimos retoques a la gigantesca estructura. Eso fue por la mañana. Unas horas después, los concejales de Tráfico de Cádiz y Puerto Real convocaron a los medios para quejarse de una supuesta expulsión de la reunión preparatoria de la inauguración. Les invitaron a marcharse por cuestiones de seguridad y ambos aprovecharon para relacionar ese supuesto desplante con Felipe VI, Navantia, Franco, las familias que pasan necesidad en Puerto Real y, casi, con la caída del Muro de Berlín. Las ganas de los gobiernos municipales unidos por el puente de presentarse como víctimas es equivalente a la descortesía con la que el Gobierno, la Subdelegación y el Ministerio de Fomento están llevando el acto. Tras ocho años de obras, resulta inexplicable que las reuniones preparatorias para su apertura no pudieran celebrarse, al menos, con ocho días de antelación. Es difícil entender que 24 horas antes de la apertura al tráfico, ningún conductor sepa a qué hora podrá coger por el enorme viaducto, la obra más cara y espectacular de cuantas se han hecho en España en muchos antes. El corte de una calle cualquiera para el arreglo de unas tuberías se anuncia más y mejor, se planifica con más y mejor antelación, que el de esta obra magnifica. El espectáculo que ofrecen ambas partes al usar el puente como arma política arrojadiza se antoja ridículo.