Ya han pasado cien días desde que José María González fuera investido alcalde de nuestra ciudad. Cien días desde que, con su bastón de mando y medalla al cuello, saliera al balcón de la Casa Consistorial y proclamara que la revolución había llegado a las calles de Cádiz. Cien días desde que se resucitó la figura de Fermín Salvoechea, como si en Cádiz no hubiera habido más alcaldes que se preocuparan por los pobres. Cien días desde que se pregonara que Cádiz sería la puerta de entrada de la ilusión rejuvenecida para la política de nuestro país. Han pasado cien días en los que se han debido de poner los pilares fundamentales de lo que será el gobierno de la ciudad en los próximos cuatro años. Y en los que en esta ocasión se ha ido dando tumbos en la gestión de la ciudad.
Si durante la campaña electoral proclamaban que Cádiz sería una ciudad sin desahucios, en estos cien días se han topado con la dura realidad. El desahucio es una decisión judicial, y estos teóricos de la filosofía deberían de tener claro lo que es la separación de poderes de Montesquieu.
Antes de tomar el poder, anunciaban la municipalización de las empresas públicas, pero al llegar al Consistorio han visto la imposibilidad de llevar a cabo dicha promesa. Dicha medida generaría un inmenso coste económico a las arcas municipales. E incluso, en la actualidad, manifiestan la posibilidad de privatizar la gestión de las pantallas LED que se instalaron en la ciudad.
En el programa electoral recogían a bombo y platillo la propuesta de erradicar la zona azul en determinadas zonas de nuestra ciudad, pero llegado el momento se han olvidado de dicha promesa, teniendo los gaditanos que continuar con el pago por el estacionamiento de nuestro coche si queremos ir a la playa de nuestra ciudad.
Si llegado al poder bromeaban con la posibilidad de invitar a Teófila Martínez a la inauguración del segundo puente, por poco es a ellos a los que no les llega la invitación. Ya que olvidaron que la obra del segundo puente es nacional, por lo que depende del Gobierno el acto de inaugurarlo, y no al Ayuntamiento de la ciudad, el cual es un simple invitado a la ceremonia, sin que tenga potestad para organizar el evento.
Cantaron el día de las elecciones que si fuera el alcalde de Cádiz «llenaría de trabajo las manos de los gaditanos de nuestra Bahía», pero cien días después siguen manifestándose los parados delante de las puertas de nuestro Ayuntamiento, mientras se contrata como asesores a personas de otras localidades.
Cien días en los que casi a diario, y como si fuera un mantra, repiten la deuda dejada por el anterior equipo de Gobierno, pero cuando se les pide la documentación siempre se escudan en que se está haciendo una auditoria, que más bien podría llamarse la 'auditoria interminable'.
Y es que en estos cien días, si bien hay que entender que no se pueden poner en marcha todas las medidas que se proponían durante la campaña electoral, sí debiera de verse el inicio del trabajo en intentar llevarlas a cabo. Más bien podríamos decir que han sido cien días en los que «extraviado en la soledad de su inmenso poder, empezó a perder el rumbo», tal y como escribiera el genial escritor colombiano García Márquez en la que para muchos es su obra cumbre, 'Cien años de soledad'.