La noche del pasado viernes describe a la perfección la realidad de la provincia de Cádiz. Nuestro hoy, nuestro ahora. Nuestro presente. La noche del pasado viernes, los empresarios de la provincia de Cádiz celebraban un encuentro destinado a aunar esfuerzos, a hablar, a entenderse, a poner ideas en común. Todo con un claro y único fin: generar riqueza y empleo para la provincia de Cádiz. Los asistentes a dicho encuentro celebrado en los astilleros de Navantia eran todos gaditanos. De cuna o de corazón. Pequeños y medianos empresarios que arriesgan su patrimonio para sacar adelante a sus familias y, de paso, crear diez, cinco, dos puestos de trabajo en su tierra. Que no todo son cruceristas o grandes petroleros. No se confundan -o mejor, que no les confundan- allí no había ningún Florentino ni ningún Amancio a quien demonizar. Nadie que explote niños en una nave perdida de Bangladesh cosiendo camisetas o balones por 50 euros al mes. Había gente de a pie, currantes, de los que no quitan el ojo a su caballo a sabiendas de que de lo contrario, el jamelgo no engorda.
La noche del pasado viernes, además, se confirmaba por fin la fecha de inauguración del segundo puente de Cádiz. Después de décadas de anhelos y ocho años de trabajo, este jueves se cortará la cinta de una infraestructura de la que todo gaditano debe sentirse orgulloso. Sin duda, debe convertirse en un símbolo del Cádiz moderno, cosmopolita, al que debemos aspirar. A estas alturas, es absurdo criticar una obra de semejante envergadura. Tratar de argumentar que había otras prioridades solo define la cortedad de miras de quien así lo cree. Siempre habrá otras prioridades, si se argumentan desde la demagogia. ¿O no las había cuando se construyó el Teatro Falla -del que tan orgullosos nos sentimos- a finales del XIX? ¿O cuándo se hizo el puerto de Cádiz? No conviene mezclar las cosas. Y modernizarse, avanzar, culturizarse, siempre debe ser una prioridad para cualquier sociedad. Jamás un puente sirvió para alejar, siempre fue nexo de unión.
Y la noche del pasado viernes, mientras los empresarios de la provincia se unían, mientras se anunciaba la inauguración del puente, el alcalde de Cádiz y diputado provincial, José María González 'Kichi', se encontraba en un pueblo perdido de Cataluña arengando a la izquierda anticapitalista catalana en un mitin y poniendo al público en pie tras cantar un pasodoble. Y poco antes, su segundo de a bordo, el concejal de Hacienda David Navarro, acababa de oficiar una ceremonia de boda en el salón de plenos del Ayuntamiento ataviado con una camiseta del Cádiz.
La noche del pasado viernes quedaron perfectamente retratadas las dos caras del Cádiz de hoy. Los dos polos de una provincia que por un lado trata de avanzar contra viento y marea. Y por otro, ha perdido el norte de forma más que preocupante.
