Médicos, enfermeros, celadores, administrativos de hospitales y centros de salud se ven obligados a convivir a diario no sólo con una infraestructura recortada, congelada y deficitaria, sino también con un enemigo que cada vez les causa más daño. Los datos así lo reflejan: en 2014 se denunciaron casi un centenar de ataques a personal sanitario en la provincia. De estas agresiones a funcionarios o personal laboral, 69 fueron verbales o insultos y 21 físicas; un 6,7 % más que el año anterior, en 2013, cuando se contabilizaron 84 ataques a facultativos, según datos facilitados por la Consejería de Salud, la misma que asegura que intentará seguir luchando para que no sigan creciendo estos actos violentos pero que no pone medios para evitarlos. Según lamentan los colegios profesionales de médicos y enfermeros la situación no sólo no cambia sino que va a peor. De nada sirve que la Fiscalía haya recordado que cometer una agresión a un trabajador sanitario es un delito de atentado.
Desde el Colegio de Enfermería han denunciado que en lo que va de 2015 ya hay nueve denuncias por actos violentos contra alguno de sus trabajadores. Desde el propio colectivo no entienden que exista ningún tipo de justificación para cualquier agresión pero sí destacan la impaciencia de familiares y amigos de pacientes como principal causa de esas reacciones, insultos o groserías que a veces reciben en su jornada laboral. «No es normal que haya una o dos enfermeras para 32-38 pacientes. Es normal que muchas veces se pierdan los nervios», llegan incluso a decir. El colectivo sanitario da la voz de alarma y pide más protección para, ante todo, poder hacer bien su trabajo, sin riesgos, ni bajas por estrés ni denuncias. Solo piden trabajar en un clima de respeto y profesionalidad.