Iba a escribir un ácido artículo sobre el último pleno del Ayuntamiento de Cádiz y cómo ahora que se televisa en directo puede ver «la gente» los ejercicios sofísticos de sus dirigentes en vivo y en directo. Iba a escribir un constructivo artículo sobre la falta de atractivo de la grandiosa playa de Camposoto, que ni tiene paseo marítimo, ni porterías de fútbol, ni canastas de baloncesto, ni masajes en jaimas mirando el mar, ni bolsas de aparcamiento suficientes, ni ferry que vaya al Castillo de Sancti Petri. Iba a escribir un analítico artículo sobre Ambrossini y las fotografías de la Vuelta Ciclista a España, la de las uves vengativas de Teófila Martínez y la de Barackichi Obama controlando monitores de vídeo y felicitando por radio a sus tropas: regresen a casa. Iba a escribir un duro artículo sobre presuntos escritores locales a los que su mediocridad y la envidia que sufren les empujan a difamar a otros. Iba a escribir un concienzudo artículo sobre la necesidad de que los políticos aprendan a trabajar en equipo con los rivales, especialmente en un gobierno minoritario que requiere pactos, obviando consignas prefijadas de viejos caducos que legislan con quién se pacta o no. Iba a escribir un esperanzador artículo sobre una sociedad madura y democrática que no caiga en las trampas del marketing, en los odios y en las revanchas, y que busque trabajar codo con codo con su antiguo rival en busca del beneficio común.
Y entonces cometí un error.
Puse el Facebook para echar un vistazo antes de escribir uno de esos artículos que posiblemente ya me hayan leído antes y el primer 'amigo' que apareció en la web fue Carlos Pacheco, el más brillante dibujante de cómics USA que ha dado este país y que dicen fue desahuciado del útero materno en la ciudad de San Roque (donde reside la de Gibraltar). Carlos pide disculpas por arruinarme el día (aunque cree que por la tarde lo habré olvidado) y comparte unas fotografías que hielan el alma del que la tenga, imágenes que uno hace suyas con horror: niños ahogados en la orilla; ochenta refugiados sirios y palestinos yaciendo con los estómagos alagados.
Tras eso, comprendí que ya no iba a escribir artículo alguno.