Definitivamente, el pasado viernes los gaditanos tocamos fondo. Políticamente hablando, superamos los límites de nuestra propia incompetencia. Y para más inri, lo retransmitimos en directo para todo aquel que quisiera verlo. Porque en ese Salón de Plenos del Ayuntamiento estábamos todos. Nos guste o no, allí nos representaban a todos. A los que votaron. A los que no. A los que lo hicieron en conciencia. A los que utilizaron su derecho como castigo. O como una suerte de absurda venganza por no se sabe muy bien qué. A todos. Vergüenza, bochorno, tristeza, impotencia... cualquiera de estos calificativos sirve para describir los sentimientos de quien decidió 'tragarse' el Pleno y comprobar de primera mano, sin filtros ni intermediarios, el nivel de nuestros dirigentes políticos. Especialmente de los miembros del equipo de Gobierno. Ninguno de ellos posee el más mínimo conocimiento de lo que se trae entre manos. La formación académica o laboral previa es prácticamente inexistente en muchos casos y lo que debería ser el principal órgano de toma de decisiones en la ciudad se convirtió -lo convirtieron- en un esperpento. Durante las últimas décadas, ese salón se ha convertido en el corazón de la política gaditana. Allí se han tomado decisiones que han influido directísimamente en la vida diaria de los más de cien mil vecinos de Cádiz. Unas veces para bien. Otras no tanto. En ocasiones tras un intenso debate, otras con la legítima potestad de quien ostentaba la mayoría de los votos. Sólo por eso, por esa 'memoria histórica', quienes ahora ocupan la bancada a la izquierda del alcalde -y él el primero- deberían mostrar un mayor respeto por el cargo que ostentan. A los miembros del equipo de gobierno, así como a algún otro de la oposición, les falta la humildad necesaria para reconocer que no están preparados para sentarse ahí. A cualquier joven que hoy día busque trabajo se le exigen mil y un títulos, experiencia, idiomas... para un puesto de perfil bajo y más bajo salario. Ellos, que dirigen toda una capital de España, lo hacen cuando apenas sí saben expresarse correctamente, pese a lo cual no tienen pudor en hacer afirmaciones carentes del más mínimo rigor, que en no pocas ocasiones han tenido que ser rectificadas desde su propio partido pese al poco tiempo que llevan gobernando.
Podemos es lo que tenemos. Así lo decidimos en mayo y así lo permitió la posterior alianza sellada con el PSOE. Así debe ser. Pero a los máximos dirigentes de este partido -en este caso cabe suponer que a su asamblea- corresponde la decisión de determinar si entre sus miembros no hay personas más cualificadas que las actuales, empezando por el propio alcalde. Cádiz merece más que estos iletrados. Cádiz merece más respeto.
