El director que no conocía la partitura

Entran ganas de coger un megáfono, de esos que usaron los ahora concejales para reventar tantas sesiones plenarias, para encabezar tantas protestas, y gritar ante el Ayuntamiento: «Por favor, que alguien le diga al excelentísimo señor alcalde cómo se hace esto de gobernar». Porque han pasado tres meses desde que las urnas le permitieran, con la complicidad del PSOE, dirigir en el Ayuntamiento de Cádiz y aún no ha podido salir del aparcamiento. De iniciar un trayecto político e institucional, ni hablamos. José María González sigue instalado en su discurso inicial, el de la semana posterior a las elecciones, cuando se dedicaba a despotricar de los socialistas como si no necesitara de su respaldo para mover cada papel en el Ayuntamiento. Lejos de crear vías de diálogo para desbloquear su gestión, para poder poner algo en marcha, se dedica a rociar los fuegos con gasolina. Cuando agarra un micrófono lejos de Cádiz, se dedica a despreciar el papel de los socialistas como si no fueran a oírle porque está lejos. Cuando la oposición le aprieta, la descalifica como si no estuviera en su papel exigirle más y más. A la falta de cintura se une una carencia más grave: la de sentido común y perspectiva política. A los socialistas, incluso a los populares, les interesa que no se juegue a nada en el Ayuntamiento de Cádiz. Que pasen los minutos en una sosería que desprestigie al nuevo regidor y a su equipo. Lo que resulta inexplicable es que el equipo de Gobierno alimente la bronca para que esa parálisis se prolongue. Es asombrosa la falta de sensatez política e, incluso, cotidiana. Hoy llegará otro Pleno del que no saldrá casi nada. Y así hasta la próxima pelea. Y pasan las semanas. Y pasan los meses. Y no pasa nada.