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Arquitectura y libertades
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Arquitectura y libertades

Día 15/08/2015 - 12.04h

Me lo contó Antonio Miranda, todo un personaje que hace poco se jubiló como catedrático en la Universidad Politécnica de Madrid. Gran profesor y agudo intelectual también es refinado escritor: imprescindible su biografía poética del general Paco Ciutat titulada 'La Cremallera de Grafito'. A principios de los años sesenta se encontró en Viena con un veterano arquitecto austriaco en cuyo despacho había trabajado como delineante Adolf Hitler, a quien describió como un tipo estrafalario del que toda la gente se mofaba. Ese hombrecillo que atemorizó al mundo entero había intentado sin éxito ingresar en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena y tuvo que trabajar como dibujante. Se le conocen algunos cuadros de paisajes que sorprenden por su torpe oficio y gusto vulgar, por eso Bertolt Brecht se refería a él como «pintor de brocha gorda». Hitler condenaba la arquitectura del Movimiento Moderno que promueve el gobierno socialista de la capital austriaca en la etapa conocida como 'La Viena Roja' (1918-1933) de la cual es ejemplo emblemático el edificio residencial conocido como Karl Marx Hof, conjunto de 1.400 viviendas para trabajadores que se proyecta en el nuevo estilo. Cuando el gobierno conservador del canciller Dollfuss toma la ciudad, su aviación bombardea este edificio. En un relato novelado de los hechos, del profesor Manfredo Tafuri, uno de los personajes dice: «La Karl Marx Hof sigue en pie pero se ha destruido para siempre nuestra confianza en el partido». Ya en el poder, Hitler promueve la arquitectura monumental y clasicista que proyectan Albert Speer y sus discípulos, a la vez que expulsa a Hannes Meyer como director de la Bauhaus, tildada por los nazis como 'la élite de color rojo'.

Meyer se instala en Moscú en 1930 pero muy poco después Stalin se consolida como dictador y prohíbe la arquitectura racional para imponer también un eclecticismo clasicista. En 1938 el arquitecto suizo se traslada a México dónde puede continuar proyectando arquitectura moderna e imparte docencia en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura. Por éstas y otras muchas historias se entiende que los críticos asocien el Movimiento Moderno a las ideas de libertad y democracia, mientras que los totalitarismos recurren a la falsa monumentalidad clasicista. La historia reciente de la arquitectura española revela ese proceso, pues si bien la república apoya y promueve la nueva arquitectura moderna el desenlace de la guerra provoca la eliminación del panorama profesional de la mayor parte de los arquitectos comprometidos con la misma, exilados, encarcelados o depurados, a la vez que el Nuevo Estado propugna un eclecticismo clasicista semejante al que producen sus aliados alemanes e italianos.

Gutiérrez Soto proyecta, bajo supervisión del arquitecto alemán Bonatz e inspirado en el Monasterio del Escorial, un Ministerio del Aire erigido como el modelo de la arquitectura que mejor representaba al nuevo orden. La derrota nazi fascista en la Segunda Guerra Mundial y el aislamiento del Estado Español va a invertir la tendencia: en 1956 el arquitecto falangista Alejandro de la Sota proyecta un edificio radicalmente moderno para el Gobierno Civil de Tarragona. La modernidad regresa a España pero el modelo historicista aún deja epígonos cada vez más torpes, como la Aduana de Cádiz del arquitecto Ródenas mal implantada sobre la Plaza de la Estación en 1959. Contra toda lógica científica y por puro oportunismo político este edificio sin interés arquitectónico y mal ubicado sigue dificultando la urbanización de un lugar que debiera ser el espacio público más interesante de la ciudad.

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