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El lince hispano
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El lince hispano

Día 3/08/2015 - 12.08h

Diefinitivamente el lince no deber ser un animal tan listo como lo pinta. Diría yo que un poco tonto. Quizás mucho más de lo que parece. Caracterizado por sus patas largas y su cola corta con una borla negra en el extremo y que suele mantener erguida batiéndola en momentos de peligro o excitación. Sus orejas están rematadas por unos característicos pinceles compuestos por pelos negros rígidos cuya finalidad posiblemente sea la de descomponer la redonda silueta de su cabeza, favoreciendo de este modo su mimetismo.

Lo digo porque la principal causa de mortalidad del animalito, ni es la caza, ni el furtivismo. Son los coches los que los pillan, no debiendo poner atención los susodichos para esquivarlos. Conforme transcurre la descripción, lo voy confundiendo por momentos con el Jefe de la oposición, sobre todo cuando dice que lo primero que hará cuando llegue al poder, es derogar la reforma laboral. Cuando dice esa frase, de veras que lo confundo con un auténtico lince ibérico. Ya decía yo que últimamente lo veo excitado. El lince claro. Debe ser la borla que no para de dar vueltas. La del secretario general no adivino a encontrarla, pero en algún lugar estará, seguro que a buen recaudo. Pero, como si de la misma gamada se tratase, cuando se habla de la negoción colectiva, los linces se multiplican. Los autores de dos frases me hicieron estremecer en el verano pasado. Mientras el Secretario general de la UGT manifestaba que «los ritmos (de la negociación) los marcamos nosotros», el representante patronal decía que «tenemos que firmar lo que sea». Creo que sobran las palabras. Cuando leo cosas así, a mí sin lugar a dudas se pone cara de lince. Todo hace indicar que España se ha convertido en un apéndice del Coto de Doñana. Un país donde los linces campean a sus anchas.

La reforma de la negoción colectiva ha sido crucial para que este país posibilite el transito del desempleo estructural a una situación aceptable de empleo. Sí se reconociese la importancia de la consideración del trabajo en primer lugar y por encima de todo, como factor de la producción, dentro de algún tiempo podremos acercarnos a zonas aceptables de desempleo, al llamado desempleo friccional. Para ello, los convenios de empresas tienen que adquirir la preeminencia que requieren, enalteciendo de esa forma el concepto de productividad del factor, permitiendo a las empresas alcanzar cotas de competitividad adecuadas para desenvolverse en una economía global.

Hasta el 2012 la situación era la siguiente. Más del 75% de los convenios colectivos en España ligaban la subida de la masa salarial a la evolución de la inflación. Además, estos convenios solían tener habitualmente naturaleza sectorial. Esto no es fruto de la casualidad. Es consecuencia directa de la propia vertebración institucional de los sindicatos y patronal. Existe y ha existido desde siempre una profunda resistencia interna a los cambios en el modelo de negociación.

A pesar de la evidencia, la patronal, que no los empresarios de este país, siguen poniendo impedimentos a llevar hasta el límite la reforma, hoy ya parte de nuestro ordenamiento. Es preciso que la negociación colectiva se convierta en el instrumento necesario y preciso para la creación de empleo. Pera ello, deben conciliar los conceptos de productividad y salario.

El ámbito natural para contextualizarlos es el de la empresa, ya que es el empresario el único responsable de la toma de decisiones que posibiliten que la empresa nazca, se desenvuelva y muera.

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