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Conciliación incoherente
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Conciliación incoherente

Día 22/07/2015 - 13.09h

Últimamente está poniéndose muy de moda el término 'conciliación'. Es así porque, recientemente, el alcalde de nuestra ciudad en una entrevista ha hecho referencia a su interés o necesidad de conciliar su vida familiar, es decir, las visitas y estancias de sus hijos con sus obligaciones laborales como regidor de nuestro ayuntamiento. En ella decía que, aunque sea el alcalde, en determinadas tardes necesitaba dejar a un lado el bastón de mando de la ciudad para coger el bastón paterno y dedicarse a gestionar el tiempo familiar. Lo cual nos lleva a pensar a los padres trabajadores que nuestro regidor es muy afortunado por poder hacer eso, ya que la mayoría de nosotros no tenemos la suerte de conciliar nuestro trabajo con la vida familiar de nuestros pequeños, teniendo en numerosas ocasiones que echar mano de los abuelos. Esos «segundos padres» para nuestros menores que hace posible que, en mi caso al menos, no tenga que llevarme a mi hija a un juzgado mientras que celebro un juicio o acudo a la comisaría a asistir a un detenido durante su declaración.

Pero ya de esta conciliación familiar se encargo de hablar en este mismo periódico el domingo pasado la compañera Yolanda Vallejo.

Existen otras conciliaciones a las que me quiero referir hoy, como son las conciliaciones de pensamiento y obras. Según la Real Academia de la Lengua Española conciliar es «conformar dos o más proposiciones o doctrinas al parecer contrarias». Pero a veces es imposible conciliar ciertos actos propios sin caer en la incoherencia. Y es en esa incoherencia en la que creo que nuestro alcalde está cayendo en alguna ocasión.

Si el día que tomó posesión como primer edil apartó el crucifijo que estaba sobre la mesa, en un gesto de querer apartar todo elemento religioso de la gestión del consistorio o porque no cree en ese símbolo cristiano, no es para nada lógico que un mes después haya solicitado ser «hermano nato» del Regidor de la ciudad.

Existe una tradición en la Hermandad del Nazareno de Santa María, de la que su Titular es Regidor perpetuo de la ciudad, de que todos los concejales del Ayuntamiento de Cádiz, según Acuerdo municipal de 4 de agosto de 1686, y ratificado el 30 de septiembre de 1815, cuentan con esta distinción de «hermano nato». Está debe de ser solicitada por el edil, como ha sido este el caso, en el que el Sr. González Santos ha pedido a la Corporación que se le ponga la medalla de hermano de la Hermandad en su calidad de alcalde de Cádiz, lo que se hará durante la Función de Santa María Magdalena, donde se renueva el Voto del Cabildo Municipal a Jesús Nazareno y a dicha Santa con motivo de su intercesión durante la peste.

Y es ahí donde creo que la conciliación es imposible de conseguir. Ese Cristo muerto en la cruz que presidía el acto de jura del nuevo Ayuntamiento es el mismo que habita en el camarín de Santa María. El desprecio que se le realiza a ese crucifijo es un desprecio que se hace a todas las Imágenes del Señor, y por ende, a todos los que nos llamamos cristianos.

Lo que nos demuestra este tipo de acto incoherente es que para algunos las Hermandades siguen siendo solamente folklore. Un escaparate donde realizar pantomimas para ganarse la simpatía de un colectivo de la ciudad, pero sin importarles el sentimiento religioso que preside en nuestras Hermandades.

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