Una de las primeras sorpresas que ofreció el nuevo gobierno de Podemos en Cádiz fue la creación de una concejalía de Memoria Democrática. Las negociaciones entre Por Cádiz sí se puede y Ganar Cádiz en Común tras las elecciones municipales del pasado mayo dieron como resultado un gobierno de coalición, donde los dos representantes de Ganemos han logrado alcanzar el poder local con una primera tenencia de Alcaldía y las competencias de Urbanismo, Movilidad, Cultura y Vivienda, amén de la denominada Memoria Democrática. Poco ha tardado el recién incorporado Martín Vila en anunciar una medida de «justicia democrática». Se trata de la revisión del callejero gaditano y cambiar de un plumazo todos los nombres que suenen a época franquista por otros más modernos. No sabemos, de momento, qué criterios seguirá para abolir unos y restituir otros, sin embargo, mucho nos tememos que se trata de una acción para justificar la existencia deuna concejalía que, además de Urbanismo y Movilidad, lleva el nombre de de Memoria Democrática. El gobierno municipal sigue perdido en sus funciones y gestionando a salto de mata el futuro de la ciudad. Primero fue el tema de las pantallas informativas, luego los comedores escolares para el verano, el polémico desahucio de Benjumeda y el portazo del Pleno de organización. Un mes después de la toma de posesión de José María González, como alcalde de Cádiz, con los votos del PSOE, es visible que la gestión no termina de arrancar y el equipo de gobierno se lía en asuntos secundarios como un cambio de nombre a las calles de la ciudad. La guinda del pastel la ha puesto el propio Martín Vila que reconoce que no se trata de una medida urgente ni prioritaria, pero que llevará a cabo una consulta a la ciudadanía para pulsar el grado de aceptación a cambiar, por ejemplo, el nombre del estadio Carranza. Martín Vila se equivoca. La ciudad necesita abordar temas más urgentes. Si los cambios de nombre son solo una idea, no merece la pena ni su anuncio.