El alcalde de Cádiz, José María González, está solo. Su equipo es incapaz de poner en funcionamiento la administración local. El primer intento de rodaje se ha encontrado como se esperaba con un frenazo en seco por parte de la oposición, que obliga al gobierno municipal a recapitular y replantear sus iniciativas. La reunión que mantuvo el regidor con los portavoces del PP, PSOE y Ciudadanos 48 horas antes de la celebración del primer pleno de la legislatura fue la antesala de lo que ocurrió ayer en el Salón de Plenos de San Juan de Dios. Mucho nos tememos que este será el guión prestablecido de los próximos meses. El gobierno y la oposición acudieron al debate sin los deberes hechos. El alcalde quería debatir y la oposición no había tenido tiempo ni siquiera de leer la documentación. Con las posturas totalmente enfrentadas, el gobierno de Podemos y Ganemos no logró colar ninguna de sus iniciativas sobre la futura organización municipal, los salarios de los miembros de la Corporación y el reparto del personal de confianza. Las formas y la inexperiencia pierden al nuevo alcalde de la ciudad que, a tenor de su comportamiento, aún no ha asumido que gobierna en minoría. Desde luego no lo tiene fácil, pero la ciudad, tampoco. Está obligado a consensuar con el resto de formaciones políticas hasta el más mínimo detalle de sus propuestas si quiere avanzar con su gestión. El desgaste es brutal un mes después de que Podemos se hiciera con el poder en el Ayuntamiento gracias al apoyo del PSOE en el pleno de investidura, pero la víctima de esta parálisis institucional es, sin duda, la ciudad. El gobierno está atado y los primeros que han alertado de que la situación de caos que se vive en algunos despachos municipales han sido los propios funcionarios, que avisan del retraso que ya acumula el paleo diario. La soledad del alcalde no beneficia a nadie, pero es uno de los efectos colaterales que tiene asumir el poder cuando no se han ganado unas elecciones. La realidad choca con la demagogia y la utopía. Gobernar una ciudad tan complicada como Cádiz no es un juego de asambleas.