O la descomposición del héroe y el encarnizamiento de la venganza.
Bien podría subtitular así a este artículo que lleva el nombre de la protagonista de la obra inmortal de Eurípides. La semana pasada asistí en el teatro romano de Mérida a la representación de dicha tragedia, interpretada por Ana Belén, según la visión de Molina Foix.
El espectacular marco escénico y la cálida noche veraniega invitaban al disfrute. Una versión muy alejada del texto griego que manejamos (y sufrimos) quienes, en algún momento de nuestra carrera, nos vimos en la obligación de traducirla desde su lengua original. La protagonista conservaba toda su fuerza trágica mientras que el héroe, Jasón, era degradado no ya a su condición de mortal (quizás esta intención de Molina Foix), sino a personaje ciertamente ridículo.
Las razones que un envejecido Jasón ofrecía a su esposa para que aceptara de buen grado su boda con la hija del rey sonaban a conformidad de pequeño burgués. No sólo admitía el carácter ficticio de sus antiguas hazañas (más bien frutos del poder agigantador del mito), sino que justificaba su traición a Medea con los amargos argumentos del hombre fracasado que ve cómo en el último momento le sonríe la fortuna. Entroncar con la familia real valiéndose de su (inmerecida) fama es lo mejor que les podía pasar tanto a él como a sus hijos.
La mujer abandonada, por su parte, dejándose arrastrar por la ira que brota de un acto que sólo puede ser juzgado como traición, opta por vengarse del ladrón del Vellocino de Oro procurándoles una horrible muerte tanto al rey y a la princesa casadera, como a sus propios hijos.
Creo que la labor de desmitificación de los héroes (modelo espejos cóncavos del callejón del Gato, no la reducción al absurdo de Molina Foix) resulta siempre conveniente para conjurar el riesgo de que ejerzan su tiranía sobre el común de los mortales. Sirva esto de reflexión, ya que estamos instalados en el mundo helénico, para el caso griego.
La victoria del 'no' en el pasado referéndum ha sido acogida por la corriente simpatizante (más o menos afín al gobierno de Ziritza) de nuestro propio país como un triunfo de la democracia y del pueblo frente a la política depredadora de los gobiernos europeos y su implacable artillería financiera. Desde el interior del devastado país, por medio de quienes están sufriendo en sus carnes la tragedia real, me llegan informaciones de que ese 'no' responde a una calculada estrategia por parte de un gobierno que trata de salvar su pellejo político y señala a muchos de los que ha emitido su voto negativo como los primeros insensatos responsables de la actual situación.
Quede este apunte desmitificador por este lado. Por otro, vamos a rebajar el tono de respetabilidad de los discursos de los líderes europeos con todos sus triquiñuelas legales acerca de la necesidad de respetar las reglas del juego. Del juego tramposo que ellos mismos han establecido para saciar la voracidad de las grandes empresas y las instituciones financieras a quienes sirven.
Con respecto al encarnizamiento de la venganza, sólo diré que, como el caso de Medea, el objetivo prioritario de los miembros de la Comisión Europea consiste en destruir al gobierno que considera que, en abierto desafío a su poder, los ha traicionado. Una Europa maternal y sedienta de venganza que no dudará en sacrificar, cuando menos, a los más indefensos de sus hijos.