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Tragedia griega

Día 7/07/2015 - 12.16h

Critón, le debemos un gallo a Esculapio. Paga mi deuda y no la olvides». Dice la leyenda que éstas fueron las últimas palabras de Sócrates antes de que la cicuta le hiciera efecto. Y no es que el filósofo griego fuese lo que se dice creyente; aunque teniendo en cuenta que, en esa época gloriosa de Grecia, se tenía la profunda creencia de que las deudas que no se pagaban en vida se cobraban en el más allá, se entiende el débito con el dios de la salud si, como estimaba Sócrates, la muerte era la curación de todos los males humanos; aunque esa curación le llegase vía suicidio como en toda tragedia griega. El domingo pasado, muchos griegos celebraron, con vítores y alegría, los resultados del no a las propuestas europeas para seguir inyectando dinero en Grecia y que incluían, entre otras, la edad de jubilación a los 67 años, a los 62 con 40 años de cotización, excluyendo de ese límite a las madres con hijos discapacitados y a determinadas profesiones, o un IVA general del 23%, con uno reducido del 13% y un superreducido del 6%. Y, al mismo tiempo que se celebraba el no, el gobierno de Tsipras pedía a Europa una nueva ampliación de liquidez, a través del mecanismo de préstamos de emergencia, para evitar el colapso total del país heleno. En fin, todos los elementos de una tragedia clásica trasladada al siglo XXI. Esquilo, Sófocles o Eurípides no hubiesen encontrado mejor hilo argumental de encontrarse todavía entre nosotros; no está faltando ni el ambiente propio de unas grandes dionisíacas ni, por supuesto, la participación activa de los miembros del coro que, como vivimos en un mundo global, hacen su papel en la representación fuera de las fronteras del teatro griego. Teatral, la intervención del Presidente Maduro en su papel de coreuta principal, con un histrionismo difícilmente superable. Hay que reconocer que, aunque han intentado estar a su altura, ni Pablo Iglesias, ni el alcalde Kichi con su carta en nombre de todos los gaditanos que, por cierto, no fue sometida a consulta popular previa, han logrado quitarle por el momento al presidente venezolano la jefatura de tan esencial e imprescindible elemento de la representación. Al fin y al cabo, los coreutas siempre estuvieron a cargo de los que hacían posible el espectáculo cumpliendo así con lo que consideraban un deber de piedad patriótica, es decir la conquista de los votos populares. Lo que todavía nos queda por saber es cuantos actos de la tragedia quedan por representarse, el contenido y desarrollo de las futuras escenas y el desenlace final. Ahora toca conocer las réplicas de los otros actores. Porque igual que en la democracia de la antigua Grecia se excluía la opinión de metecos, esclavos y mujeres, en el referéndum del pasado domingo se excluyó la voz de alemanes, polacos, húngaros, rumanos, etc, etc, etc, españoles incluidos. Y es que ahora la participación del público en la representación es bastante más compleja que antaño; entre otras cosas porque los asistentes han pagado una entrada de 256.409 millones de euros. En el caso de los españoles, 6.650 millones de manera directa y más de 18.000 como avalistas; o lo que lo mismo, unos 550 euros por cabeza. Y claro, por ese precio, algo deberían opinar sobre la obra y su autor.

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