Navantia no gana para sobresaltos. La construcción de barcos petroleros en los astilleros públicos arroja ahora ciertas dudas a raíz del acuerdo firmado 'in extremis' entre la compañía naval y el armador Ondimar Transportes Marítimos, empresa del grupo vasco Ibaizabal. Los planes iniciales han cambiado y de nuevo reaparecen los fantasmas. Navantia y Ondimar iniciaron el pasado octubre las negociaciones para la construcción de cuatro barcos petroleros en una primera fase y otros dos, en una segunda etapa. El borrador del acuerdo se firmó en marzo de 2015 y ese texto recogía que la oferta técnica y económica debía estar aprobada el 30 de junio de este mismo año. La negociación iba sobre ruedas, de hecho, la empresa naval y el armador escenificaron en mayo, en plena campaña electoral de las municipales, la firma de un acuerdo que se traduciría en un contrato el día 30 de junio. Durante la negociación se optó por una fórmula mixta para sacar adelante el proyecto, que consistía en la alianza estratégica con un astillero asiático. En este caso fue el coreano de Daewoo el que reunía las condiciones para participar en la obra. La alianza estratégica consiste en que Corea aporta el diseño y los bienes de equipo, mientras que España, la mano de obra. El contrato estaba atado. Navantia incluso había elegido al astillero de Puerto Real como epicentro de la obra, ya que en su dique se ensamblarían las cuatro unidades. Igualmente anunció que el astillero de Ferrol participaría en la obra con la construcción de las estructuras de dos de las cuatro unidades solicitadas. Sin embargo, había un trasfondo económico que no se ha cerrado hasta última hora de la negociación que, pese a los esfuerzos, ha modificado los planes iniciales. La aplicación del 'Tax Lease' en el proyecto para obtener beneficios fiscales ha obligado a cambiar el programa de obra. Se empieza con dos unidades y Navantia decidirá ahora cómo se reparte ahora la carga de trabajo.