Chaves y Griñán cebaron sin descanso durante años la partida de los ERE». Tal cual. Frase textual del auto del Tribunal Supremo. Trece palabras que dan la razón a la tesis de la juez Mercedes Alaya y que esconden un auténtico drama para Andalucía. Que resumen a la perfección los motivos por los que esta tierra es referente nacional y europeo de la cultura de la subvención, del servilismo, del mangoneo. Ya lo había dicho en su momento la madre de Lanzas, otro de los grandes sinvergüenzas de esta historia: «Mi hijo tiene dinero para asar una vaca». Los jefes cebaron al bicho y sus adláteres lo asaron y se lo comieron. Por miles, porque es tan brutal la cifra de millones defraudados -entre los ERE y los cursos de formación- que no se trata de unos cuantos que se han forrado a nuestra costa y tienen los millones en cuentas de Suiza. Que también. Se trata de una auténtica red de favores y prebendas organizada para perpetuarse en el poder. Y a fe que lo han conseguido, aunque ahora por fin parece que la Justicia va a acabar imponiéndose. Tarde, pero mejor eso que nunca.
Mientras reducían los horarios de los centros de salud en verano y cerraban camas, ellos cebaban las partidas ilegales para favorecer a sus allegados, intermediarios y comisionistas. Mientras recortaban los sueldos a los profesores, multiplicaban por mil las cuentas corrientes de sindicalistas corruptos y directores generales de la cosa pública sin escrúpulos. Mientras dejaban de hacer carreteras, de invertir en creación de empleo o en investigación, se pegaban la vida padre a nuestra costa.
Este triunfo de la Justicia, que aunque camina en la buena dirección aún tardará en consumarse como definitivo, es en realidad una tristísima derrota para todos los andaluces. Es la constatación de que hemos perdido mucho dinero y mucho tiempo. Resulta imposible determinar dónde estaríamos ahora si la gestión de esos presupuestos públicos se hubiese realizado de forma honrada, eficaz y diligente. Pero lo que es seguro es que nuestro nivel de paro sería menor. Que muchísimos de los dramas familiares de estos últimos años nunca se habrían producido. Que nuestros colegios y hospitales estarían dotados de más y mejores medios, materiales y humanos. Que muchos de los miles de andaluces que han tenido que emigrar en busca de un futuro que aquí les han robado, podrían seguir viviendo en su tierra.
A estas alturas ya no valen lamentos, ni merece la pena hacer leña del árbol caído. La Justicia debe seguir su curso hasta el final, como nosotros debemos seguir mirando hacia adelante. Aprender y cambiar. Exigir mejores controles y, sobre todo, mejores gestores. Responsables públicos que sean capaces de llevar a cabo una buena política económica que se traduzca en empleo y riqueza que al final redunde en beneficio de todos.