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Comerse al perro
Actualizado: 06:47

opinión

Comerse al perro

Día 25/06/2015 - 18.47h

Sua es una labradora que vive en nuestra familia, o nosotros en la suya, depende de cómo se mire, desde hace seis años. Tiene el hocico caliente y húmedo y cuando respeta a alguien, posa su cabeza sobre sus pies con delicadeza ligera y cálida, como un bálsamo. Siempre encuentra su sitio en el ascensor, es rápida como un tiro cuando corre y tiene una nariz para la caza como el sónar del 'Nautilus'. Sua, con sus orejas de seda, acaricia a las personas con una mirada de catedrático, sabe si las mujeres están embarazadas antes que ellas mismas y adora lamer los yogures terminados, solo pierde los nervios si cree que estamos en peligro. Con ella he aprendido muchas cosas: el gusto por celebrar los asuntos pequeños -un trago de agua fresca, la hierba de una sombra o los reencuentros a llegar a casa- y, sobre todo, a buscar la placidez en lo cotidiano, una postura vital que tiene que ver con su apego aplastante por el presente.

En Yulin, una ciudad del sur de China, se han merendado 10.000 perros para celebrar el solsticio y anda la gente loca con el asunto. Allí han ido cientos de tipos a partirse el pecho por lo que consideran una atrocidad. Yo nunca me comeré a mi perro. No podría. No me gusta comer perro, ni ver matar a un perro y una vez cuando un tipo agarró a Sua del collar con malas intenciones sentí algo parecido a una fiebre guerrera detrás de los ojos. Comprendo que a alguien, como a mí mismo, le repugne comerse a un labrador, pues lo considere casi canibalismo, pero me asusta esa moda de exigir a los demás lo que hay que hacer. «¡Es que es un horror comer perro, con lo listos que son!», pensarán. Por pura probabilidad también hay personas a las que les parezca un anatema comer vaca, pues tienen también su ingenio, pollos de corral, merluzas o cuervos, de los que Franco decía que sabían contar sus ocho dedos y que son capaces de resolver problemas complejos.

Si se matan o se usan animales en beneficio del hombre, es porque se considera que el hombre tiene derechos y el animal, no. Tampoco tiene libertad, voluntad y por tanto, responsabilidad penal, que responden a leyes y derechos, que no son más que convenciones cambiables, pero que son las que son. Ahora, la nueva convención es exigir al otro que haga lo que uno exige, es decir, que la norma es el gusto de uno.

Hace unos días se me metió el cochino en la cebada de Twitter a cuenta de una columna en defensa de la fiesta de los toros escrita hace años y me pusieron de verano. Entre todo tipo de argumentos, incluidos los que proponían torturar a mi familia, hubo una docena que se preguntaba airada dónde quedaba la libertad del animal. ¡La libertad del animal no existe! Quise comprender los argumentos de uno de mis contrarios, de 16 años, proyecto de veterinario y leí que su película preferida era 'El Rey León'. Walt Disney insufló en los animales el espíritu humano y de aquellos polvos vinieron estos lodos. A veces dicen que Sua, que tiene dos ojos del color de la miel, mira como una persona y se me antoja un insulto. Sua mira mejor.

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