Mucho se ha pavoneado el PSOE de Cádiz de su papel protagonista en estos días. Por primera vez desde 1995 -que ha llovido bastante- tenía este partido protagonismo municipal en la capital gaditana, capacidad de decisión. A pesar de obtener el peor resultado de su historia, sus cinco concejales resultaban básicos para desequilibrar la igualdad de fuerzas (no exacta) entre Partido Popular y los emergentes de Podemos. Ha hecho valer su papel de llave, de árbitro, de elemento imprescindible. Al final, con el beneplácito de Susana Díaz que ya ha resuelto su rompecabezas en el Parlamento de Andalucía, los socialistas gaditanos han podido hacer lo que decidieron el primer día. Eso consiste en permitir que José María González y su versión local de Podemos llegue a la Alcaldía, que gobierne prácticamente en solitario y facilitar su desgaste. Esta estrategia es tan legítima desde el punto de vista partidista como irresponsable desde el punto de vista ciudadano. Frenar, atrasar, bloquear proyectos, paralizar la gestión de Cádiz por el beneficio socialista en unas futuras elecciones demuestra cuánto le importa la ciudad al equipo de concejales socialistas y a su jefa suprema, la presidenta de la Junta de Andalucía.
El propósito socialista puede tener, sin embargo, un gran obstáculo. Si Podemos se apunta el más mínimo tanto, si consigue convencer con alguna gestión a una mayoría de vecinos, serán los de Kichi los beneficiados de esa buena imagen. Sin embargo, si su paso por la Alcaldía se convierte en un desastre, en un atraso, en una congelación de una ciudad con tantos problemas, siempre quedará en la memoria de los electores que fueron los socialistas los que permitieron, con su mano, que gobernase Por Cádiz sí se puede. Es el riesgo de ser un actor secundario y jugar a protagonista.
