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Día 12/06/2015 - 12.57h

Con un escueto comunicado en la correspondiente red social, en el que (aparte de ciertas dislocaciones sintácticas e incluso algún error ortográfico) se felicita al pueblo por su participación y se da con la boca chica la enhorabuena al partido vencedor, al tiempo que se agradece el apoyo del electorado incondicional, no creo que baste para escurrir el bulto del nuevo y aún más rotundo fracaso electoral del PSOE de Medina cuatro años después de ser desalojado del poder.

Durante todos estos días he estado esperando infructuosamente la interpretación de los resultados por parte de la agrupación local del PSOE, cuando menos en uno de esos pasquines que durante la pasada legislatura fueron esporádicamente distribuidos en la obligada labor de oposición (aunque falta de rigor) o para anunciar al pueblo la victoria de este mismo partido en las autonómicas.

A tenor de estos mismos datos y después de intercambiar impresiones con paisanos afines a la ideología socialista, me decido a hacer mi propia lectura. En los comicios autonómicos andaluces fueron 3.200 los votos que aquí recogió Susana Díaz, frente a los 946 de IU. Lo sorprendente es que, apenas dos meses después, el partido ganador de las municipales obtenga 2.963 votos (frente a los 946 de las andaluzas) y el Partido Socialista 2.603. Es decir, que mientras este último pierde 613 votos, el primero gana la friolera de 2.017.

Primera pregunta pertinente: ¿de dónde extrae IU ese aluvión de votos? En su mayoría solo pueden provenir de cuatro fuentes: de los 613 que pierde el PSOE, de los 429 que igualmente pierde el PP, de una reducción de la abstención cifrada en 813 nuevos votantes y del voto anteriormente disperso en partidos minoritarios.

Segunda pregunta pertinente: ¿por qué se produce tal cambio de tendencia? Esto es difícil de responder, debido, ante todo, a la heterogeneidad de las fuerzas que lo desencadenan. Pero parece intuirse que todas se mueven en un único sentido: impedir que el PSOE alcance de nuevo de la alcaldía.

Que buena parte de los votantes del PP entreguen su voto a IU con este fin no parece del todo descabellado. Que el sector abstencionista se movilice en el mismo sentido puede atenerse a cierta lógica. Lo que no cuadra es que más de medio millar de votantes socialistas se vuelvan, en apenas sesenta días, en contra de su propio partido. Aquí es donde echo en falta el argumento del PSOE de Medina para explicar esta sangría de votos entre sus propias filas.

Quienes conocen de cerca el funcionamiento de la agrupación local socialista me hablan (con exigencia de discreción) del descontento por la deriva fraternal que desde hace tiempo acusa el partido en Medina. Algunos incluso se atreven a bromear (no sin cierta amargura) acerca de la mímesis monárquica que se observa en el sesgo hereditario que se pretende imponer al liderazgo político. Otros desvelan estrategias ocultas de probado éxito para el empleo del cargo municipal como plataforma de lanzamiento en el logro de los intereses personales.

El silencio de la dirección del partido no consigue sino otorgar credibilidad a estas opiniones. Aunque sólo fuera por respeto a su propio electorado, los gestores locales del PSOE deberían exponer sus argumentos. En Medina debe haber jóvenes de ideología socialista, bien preparados y dispuestos a luchar limpiamente por su ideario y por su pueblo. Esto redundaría en beneficio del conjunto de la ciudadanía. La clave está en permitirles que crezcan.

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