Pues ya está. Se consumó. Ciudadanos ha dado su visto bueno al PSOE para que Susana Díaz sea la presidenta de la Junta de Andalucía. Volvemos al punto de partida. A lo que estaba cantado desde el mismo día de las elecciones andaluzas y que simplemente se ha retrasado casi tres meses a causa de las municipales. Las estrategias, las alianzas y los repartos de cuota de poder en los ayuntamientos ya empiezan a estar bastante claros. No hay nada que impida lo que ambos partidos tenían marcado en eso que ellos llaman hoja de ruta. Ciudadanos va a facilitar que siga gobernando el partido que ha protagonizado el mayor escándalo de corrupción de la historia de la democracia en España. Lo que por otra parte hemos decidido todos los andaluces en las urnas. Pero lo que no tiene justificación es que encima pretendan colgarse la medalla de adalides de la transparencia y la lucha contra la corrupción. La excusa de 'jubilar' a Chaves y Griñán es tan nimia, tan pueril, que resulta vergonzante que la esgriman como un logro. Ojalá así se acabara con la corrupción en Andalucía, pero por desgracia el problema es mucho más profundo. Solo horas antes de que ambas formaciones sellaran su pacto, la Policía estaba barriendo Andalucía de punta a punta deteniendo a exaltos cargos del Partido Socialista por el escándalo de los cursos de formación. Pero al parecer no es causa suficiente para el partido de Albert Rivera, que no tiene problemas en hacerse partícipe de semejante vergüenza a cambio de su correspondiente cuota de poder.
En cualquier caso, despejadas las dudas en el Palacio de San Telmo, ahora solo falta por saber qué va a ocurrir en Cádiz. El PSOE no le debe ningún favor a Podemos, pues no le ha hecho falta su voto para seguir gobernando en Andalucía. Por tanto, Susana Díaz es libre de elegir. Y tiene dos opciones: Teófila Martínez o José María González 'Kichi'. En las próximas horas la señora de Triana se sentará con otro señor de Dos Hermanas, quizá uno de Almería, otro de Jaén y otro de Riotinto o la Alpujarra. Y se enfrascarán en un debate «sosegado», decidiendo qué hacer con el Ayuntamiento de Cádiz. Como si les importara. Un debate sosegado, sosegadísimo, en el que no se trata de decidir qué ciudad quieren los gaditanos para los próximos cuatro años. Sino qué les interesa más a ellos como partido.
Los gaditanos sólo podemos esperar. Quedarnos sentados hasta que a la señora presidenta en funciones le dé por deshojar la margarita. Una de las tentaciones más habituales de aquellos que manejan el poder es administrarlo marcando los tiempos para que los focos se queden fijos apuntándoles. Es una forma como otra cualquiera de satisfacer su ego. Mientras decido si le tiro o no las migajas, el perrito espera ansioso -jadeando y con la lengua fuera- a que lo haga. En tensión.
Eso es exactamente lo que está haciendo Susana Díaz con Cádiz. Mantener la tensión para que todos sepan que ella es quien tiene el poder. Se hará lo que ella quiera cuando ella quiera, por más que a nivel local se reúnan Fran González y Kichi para hacerse la foto. La decisión es suya. La decisión es de una señora que no ha pisado apenas Cádiz desde que sustituyó al imputado Griñán como presidenta de los andaluces. La decisión la tomará la misma persona que desde hace años ha tratado de ahogar el futuro de la ciudad con tal de hacer frente a quien ha gobernado Cádiz durante los últimos veinte años. Salvo la excelente labor que hizo la Junta en los 90 y principios de este siglo con la rehabilitación de viviendas, todo han sido trabas y piedras en el camino para el desarrollo de la ciudad.
Prometieron a bombo y platillo un hospital en un solar que años después sigue siendo un nido de ratas y cucarachas. Prometieron una moderna ciudad de la Justicia que a día de hoy sigue siendo un solar abandonado. Prometieron una Plaza de Sevilla como centro neurálgico de las comunicaciones terrestres y marítimas y ahí sigue el proyecto. Empantanado. Olivillo, Tiempo Libre, Escuela de Náutica... todo paralizado. En su afán de poner trabas a la gestión municipal, hasta mantuvieron en pie la Aduana. Un edificio que, salvo para ocultar el escarceo amoroso de alguna parejita en Carnaval camino de la carpa, para poco más ha servido a Cádiz.
Por más que a Susana Díaz se le llene la boca diciendo que ella sabe lo que quieren los andaluces, que ella misma es Andalucía en esencia, lo que está haciendo es jugar con los gaditanos. Los (nos) está utilizando para sus intereses particulares. Ya lo hizo cuando convocó elecciones a su antojo. Y lo volverá a hacer cuando decida dar el salto a Madrid.
Mientras tanto, tiene una histórica oportunidad de 'eliminar' a Teófila Martínez. Y difícilmente la va a desperdiciar. Aunque eso signifique dejar la ciudad más antigua de occidente en manos de un hombre que llegó ayer a la política. Que considera que haber sido más o menos reivindicativo en las asambleas de su colegio o en sus actuaciones en el Falla le dan carta blanca para gobernar. Desde luego los gaditanos no lo han hecho en las urnas. O al menos una abrumadora mayoría no lo ha votado. Pero puede tener la suerte de contar con una aliada a la que Cádiz le importa tanto como Cuenca. Por más que repita lo contrario. Aquí, directamente, no viene. La última vez que lo hizo salió abucheada no por uno ni por dos, sino por varios colectivos que la despidieron a gritos a la puerta del Palacio de Congresos. Es más, lo lógico desde su prisma de estratega es que le interese que Podemos gobierne para luego afixiarlo y abocarlo al fracaso. Así se planteó en la última ejecutiva local del PSOE. Utilizar Cádiz para demostrar que Podemos no debe gobernar y que quien debe liderar la izquierda en España es el PSOE. Total, Cádiz no le aporta nada. Vale la pena el experimento. Tiene poco que perder y mucho que ganar.