El mensaje que llega desde las propias filas del PSOE, desde sus dirigentes y militantes para evitar manías persecutorias, resulta preocupante. Su máximo responsable en la ciudad de Cádiz estaría dispuesto a paralizar premeditadamente la gestión municipal con tal de obtener presuntos beneficios electorales, con tal de ver estrellarse a Por Cádiz sí se puede y restarle votos de cara a las generales o a futuras citas. Así, como suena, de forma intencionada, preconcebida y a sabiendas de los perjudiciales efectos que podría tener para los gaditanos, para la ciudad, para su funcionamiento. La propuesta es tan dura, tan desafortunada, que algunos miembros de la Ejecutiva Municipal se plantean irse a casa, dimitir y alejarse de ese tipo de componendas. La secuencia del taimado plan socialista sería simple pero contundente. Primero, apoyarían la investidura de José María González Santos. Una vez que fuera alcalde, los cinco concejales socialistas (fruto del peor resultado histórico de este partido en la ciudad) solo tendrían que abstenerse en cada votación para dejar al gobierno municipal a merced de la oposición (Partido Popular y Ciudadanos) que siempre le ganaría en número, incluso aunque contara con el apoyo de Ganar Cádiz (con IU dentro). Es decir, el gobierno municipal no podría sacar un solo acuerdo, una sola propuesta adelante mientras que el PSOE podría decir alegremente que apoyaron a su alcalde y que, simplemente, se abstienen porque no están de acuerdo.
Lo que sería un recurso democrático legítimo, un voto libre y razonable, se convierte en una herramienta perversa cuando media la premeditación, cuando el objetivo es el beneficio electoral y nunca el de los vecinos de Cádiz.
Quedan unos días para que Sevilla, Madrid o la militancia gaditana impongan algo de cordura en el PSOE y esta propuesta se quede en el cajón de las ideas absurdas.