Remedios Galeote es psicóloga especializada en niños y adolescentes, combina su labor como orientadora en un centro escolar con su propia consulta, La pequeña Lulu, además es socia y colabora con la asociación de escucha a menores en dificultad, (ADEAMED). Destaca, que los centros carecen del tiempo suficiente para escuchar lo que le sucede a los niños que sufren acoso, por lo que en ocasiones se sienten muy solos.
-Recientemente, una menor se suicidó debido al acoso escolar, ¿qué lleva a un niña a llegar hasta ese extremo?
-En el acoso escolar intervienen diferentes factores. Uno social, vivimos en una sociedad que es más individualista en la que los valores que priman no son de ayuda, sino de indiferencia. Es un caldo de cultivo donde se educan nuestros adolescentes. A nivel escolar, desgraciadamente los profesionales no tienen el tiempo suficiente para escuchar lo que le pasa a cada niño y no se le da respuesta a lo que ellos realmente quieren y se sienten muy solos. Y por último, los factores individuales, el que llega a esa situación no es de la noche a la mañana, hay que estudiar cada caso. El agresor busca a una víctima que asuma el papel de víctima.
-Como profesional, ¿ha visto muchos casos en Cádiz?
-Problemas de convivencia hay en todos los centros. La adolescencia es una etapa muy difícil para los niños, problemas hay seguro y que se pueden atajar e intervenir también.
-¿Cómo detectan unos padres que su hijo está sufriendo acoso escolar?
-Hay diferentes formas. Cuando un niño sufre hay distintos indicadores: como cambios en el estado anímico, más irritable, que le cueste dormir, que su rendimiento escolar caiga considerablemente, no quiere salir con los amigos. Son muy evidentes. Ya después está el caso del niño que le dice a los padres pasa esto, o el contrario en el que tiene que tener suerte de que los adultos estén cerca y se den cuenta de que algo está pasando y le pregunten.
-¿Cómo tienen que afrontar esa noticia los padres?
-El niño tiene que saber que ante esa demanda tiene que recibir una respuesta. El concepto amigo y padre, están muy diferenciados. Un padre es un padre, no son sinónimos. Lo importante es que haya personas a su alrededor que sean sensible a su petición y que tenga la seguridad de que cuando lo diga le harán caso y que no le van a decir que son cosas de niños.
-¿Cómo se combate?
-En el momento que se detecta se pone en marcha un protocolo de la Junta de Andalucía. A partir de ahí, en el colegio se habla con la víctima. No es lo mismo que vengan los padres a contar lo que sucede a que sea el propio niño el que cuente sus sensaciones, qué sucede. Él tiene que notar que su palabra es importante y que se tiene en cuenta. Si el agresor es del colegio también hay que hablar con él, porque también hay que cuestionarse cómo un adolescente ha llegado al punto de humillar a otra persona y disfrutar de ello. La intervención tiene que venir por los dos bandos, y después trabajar con el grupo en el que está ese menor. Si la clase mira para otro lado, la víctima se hundirá más.
-¿Por qué acosan?
- Es una pregunta complicada, porque cada niño es único. No se puede responder de forma general ni por qué es víctima de acoso, ni por qué es acosador. La situación en la que se encuentra es una acumulación de vivencias y experiencias que tiene de vivir la vida.
-¿Qué secuelas puede dejar a la víctima de acoso escolar?
-El suicidio es la punta del iceberg. Cuando un niño sufre, es un menor al que no se le está respondiendo. Si no se trata pueden quedar secuelas permanente. Conozco casos en los que se les ha cambiado de centro y después no ha sabido desarrollar una integración normal en el grupo-clase, entonces tiene que hacer un trabajo personal.
-En otro ambiente, ¿la víctima se puede convertir en agresor?
- Depende de cada caso. Puede volver a ser víctima, se puede poner a la defensiva y convertirse el chulito de la clase o simplemente no integrarse bien no asumiendo ningún rol específico.