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El futuro de Cádiz está en juego
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El futuro de Cádiz está en juego

Día 30/05/2015 - 10.27h

El fenómeno Podemos que se vive en toda España tiene su reflejo en Cádiz, pero de una forma mucho más radical

Desde la noche del pasado domingo, la ciudad de Cádiz es una de las grandes protagonistas de la actualidad política de España. Tras 20 años de gobierno de Teófila Martínez con mayorías absolutas, la aún alcaldesa volvió a ganar las elecciones. Pero esta vez lo hizo con mayoría insuficiente, por lo que un más que probable pacto de izquierdas aupará a José María González, 'Kichi', al sillón principal de la Alcaldía. Se avecinan nuevos aires para Cádiz. Aires que muchos entenderán como renovados, como ilusionantes. Y están en su derecho, cómo no.

Sin embargo, hay una mayoría de la ciudadanía gaditana que no lo entiende así. Por más que desde Podemos se grite que los gaditanos han dejado claro en las urnas que quieren un cambio, las matemáticas siguen siendo una ciencia exacta. No engañan. Dos más dos son cuatro. Hace seis días, en Cádiz tuvimos la oportunidad de ejercer nuestro derecho al voto un total de 101.739 personas, de las cuales, 35.050 directamente 'pasaron' de hacerlo. Optaron por irse la playa, por centrarse en el Oviedo-Cádiz de por la tarde o, simplemente, demostraron su hastío con la política ejerciendo su derecho a no votar.

De entre los más de 66.000 que sí decidieron introducir su papeleta en la urna, 18.277 optaron por dar una oportunidad a Kichi para que trate de llevar a cabo lo que tanto ha prometido por medio de un megáfono. Sin embargo, casi 4.000 más quisieron volver a depositar su confianza en Teófila Martínez, que encabezaba la lista más votada. Y todavía más gente se decidió por alguna de las restantes alternativas, fundamentalmente PSOE, Ganemos y Ciudadanos. Por tanto, el 'tsunami' podemista que tanto pregonan los votantes de Por Cádiz sí se puede no es tal. Si acaso una ola grande de las que cada día de temporal llega con fuerza a la playa de Santa María del Mar y luego se diluye en la orilla sin más.

Pese a todo, los legítimos pactos que cada año se dan en política pueden hacer que la segunda lista más votada sea la que finalmente gobierne, como tantas otras veces hemos visto. Y así debe ser, si lo deciden el resto de partidos implicados en la partida de ajedrez que ahora mismo se disputa en las sedes de las distintas formaciones.

La ola de Podemos

No cabe duda de que Kichi, hasta hace apenas un mes un completo desconocido en toda la ciudad salvo en el mundo del carnaval, se ha visto beneficiado fundamentalmente por tres circunstancias. En primer lugar, por el desgaste sufrido por el Partido Popular tras 20 años de mandato, agravado especialmente en estos últimos años de crisis. En segundo, por el carisma del líder nacional de Podemos, Pablo Iglesias, quien por la misma razón que Albert Rivera en Ciudadanos, 'tira' de la mayor parte del electorado. Y en tercero, por el carisma que también tiene entre sus fieles Teresa Rodríguez, su actual pareja y quien le ha acompañado durante prácticamente toda la campaña electoral. En definitiva, el efecto nacional de Podemos ha tenido su traslado a Cádiz y José María González ha sabido aprovechar la oportunidad a la perfección.

Ocurre que la idea general que tenemos todos en nuestro imaginario sobre Podemos dista mucho de lo que se está viviendo en Cádiz capital. Haciendo un análisis de trazo grueso, todos convenimos en que el fenómeno Podemos surge a raíz del 15M para canalizar la indignación de millones de españoles hartos de estar hartos. En apenas unos pocos años han logrado asentarse en el panorama político español -aupados por televisiones como Cuatro o La Sexta- en un principio con un discurso radical que se ha ido suavizando poco a poco según van viendo la posibilidad real de 'tocar' poder. Sus planteamientos siguen siendo bastante utópicos e idealistas, pero su modo de interactuar con el resto de formaciones es bastante más coherente y realista que hace solo unos meses.

Baste el ejemplo de la candidata por Madrid y más que probable nueva alcaldesa. Su reacción tras el triunfo del domingo se resume en dos frases colgadas por ella misma en Twitter: «Tenemos por delante convencer a toda esa gente que no ha votado por el cambio de que el cambio sí es necesario en Madrid» o «Vamos a hablar con todos los partidos, si tienen buenas ideas no las vamos a desechar porque no se nos hayan ocurrido a nosotros». Uno puede estar más o menos de acuerdo con sus planteamientos políticos, con sus propuestas de ciudad. Pero el sentido común es universal y esta señora jueza lo tiene a raudales, por lo que al menos se merece el beneficio de la duda.

Un discurso radicalizado

Sin embargo, el planteamiento de sus homólogos en Cádiz es radicalmente distinto. Lo primero que ha dicho Kichi es que no va ni tan siquiera a hablar con PP y Ciudadanos. Un planteamiento que, como mínimo, puede tacharse de impositivo y que choca de frente con los ideales que propugnan como salvadores de la democracia. De un plumazo, eliminan la opción de oír la opinión de miles de gaditanos por boca de las personas a las que legítimamente han votado. Sin embargo, con el PSOE, al que han culpado de los mismos pecados que al PP, sí van a hablar. Los necesitan. Pero pretenden hacerlo con condiciones. Sus condiciones. Necesitan su ayuda y exigen cláusulas previas. Líneas rojas las llaman. En otras circunstancias, el PSOE no aceptaría tal situación, pero la alternativa es que siga el PP en el poder y la posibilidad de acabar con quien durante dos décadas los ha condenado al ostracismo es demasiado golosa. El pulso está servido y lo estamos viviendo en directo. Si gana el PSOE, habrá perdido de todos modos, porque la alcaldesa seguiría siendo su eterna rival. Si gana Podemos, como todo parece indicar, Kichi será alcalde de Cádiz el próximo 13 de junio.

Un programa irrealizable

Y tratará de sacar adelante las propuestas incluidas en su programa. Un programa que se basa en cuatro premisas básicas: la participación ciudadana de las decisiones políticas, con especial hincapié en la transparencia de la gestión; fomento de la cultura; erradicación de la infravivienda y creación de empleo. Todo muy lógico y loable. Unos fines en los que todos estamos de acuerdo. Más discrepancia existe en los medios para llegar a ello. Por Cádiz sí se puede considera básico crear distintos organismos para que los ciudadanos -no aclaran si todos o sólo sus votantes- participen en la toma de decisiones. Pretenden crear consejos de barrio, comisiones de expertos que fiscalicen y participen de la gestión, obviando a los funcionarios municipales, que para eso están.

Afirman que emplearán el 0,5% del presupuesto municipal en la rehabilitación de viviendas, con la que acabarán en cuatro años. Sin especificar a cuánto asciende dicha cantidad ni a cuántas casas afectará. Otro de sus objetivos principales es la remunicipalización de todos los servicios que presta el Ayuntamiento. Desde el mantenimiento de las playas a los autobuses urbanos, sin especificar el coste que supondrá para las arcas municipales. Como tampoco especifican si su concepto de cultura es traer a Cádiz a primeros espadas de distintos ámbitos de la música, la literatura o el arte o simplemente llenar las plazas de talleres para hacer pulseras y señores que echan fuego por la boca y tocan los timbales.

Y todo, además, sometido al consenso de asambleas públicas a las que acuden unas pocas decenas de personas y en las que se vota a mano alzada. Como la última celebrada el pasado miércoles, en la que uno de los asistentes proponía desmontar todas las pantallas repartidas por la ciudad, venderlas como chatarra y entregar el dinero a Cáritas. Seguramente, desde la propia organización no gubernamental les dirían que hay otras formas de entender la solidaridad. Si se han de vender las pantallas, sea. Pero hágase de una forma coherente, no por la primera idea que se le ocurra a un asambleísta. Y lo mismo con cientos de decisiones que habrán de tomar. El futuro de Cádiz está en juego. Y es cosa muy seria. No algo que se pueda decidir en una tarde entre un grupo de amigos.

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