Es joven, pero veterano en los subsuelos. No hay espacio subterráneo que no despierte el interés altruista del investigador y espeleólogo Eugenio Belgrano. Con kilómetros y kilómetros de cuevas, túneles, ancantarillados, pozos y criptas a sus espaldas, ahora emprende la labor empresarial de abrir unas antiguas catacumbas a las visitas turísticas.
- ¿Qué importancia diría que tiene su proyecto del beaterío?
-Es importante porque supone el intento de sacar financiación para la rehabilitación del lugar y poder abrirlo a las visitas turísticas. Será un patrimonio que gane la ciudad para ser contemplado.
- ¿Cómo empezó en la espeleogía?
-Como todos, por el morbo de las cuevas. Siempre me contaban historias de pequeño sobre las cuevas de Mariamoco y yo decidí dar un paso más e ir a buscar. No me quedé en las historias, quise averiguar si era verdad que existían y por dónde pasaban esos túneles.
- ¿Cuántos años lleva ya con esto?
-Desde los 13 años que entré en la primera cueva hasta hoy que tengo 28 años, ya es un tiempo.
- ¿Y cuántas cuevas ha podido descubrir en este tiempo?
-En Cádiz son diferentes tramos, aproximadamente unos tres kilómetros y medio de galería ya tenemos recorridos.
A nivel provincial podemos llevar ya documentados unos 25 kilómetros de cuevas y subterráneos.
- ¿Tienen algún elemento en común todas los subterráneos de la provincia que has visitado o cada cual es única?
-En Cádiz tenemos algo diferente al resto porque en la provincia la mayoría de túneles son para el abastecimiento de agua. En la capital, tenemos sistemas defensivos y contraminas y también túneles que conectaban edificios por diferentes razones. Tenemos algo que destaca de lo común.
- Aunque puede parecer algo divertido y aventurero, entiendo que entrar en el subsuelo entraña riesgos, ¿no es así?
-Claro, hay que saber dónde entras porque es un lugar peligroso y no es un lugar para jugar. Puede haber derrumbes, debes saber distinguir entre una mina o una galería, si la mina tiene algún tipo de enfermedad en la piedra, si hay un árbol encima, los gases, falta de oxígeno. Son una serie de condicionantes que nosotros los tenemos controlados en unas tablas para poder saber si es un sitio seguro.
- ¿Cuál es el momento más peligroso que se ha encontrado?
-Realmente, unas cuantas veces. La primera vez fue de pequeño en la plaza de España en un alcantarillado del siglo XVII de unos 80 centímetros de altura. Recorrimos unos 150 metros con la idea de que se respiraba muy bien. Pero el terreno era lodoso y nuestro desconocimiento nos hizo no saber en ese momento que el metano pesa más y se acumula en las partes bajas. Cuando removimos el lodo, ese gas subió y, a la vuelta, nos encontramos una nube tóxica que contaminó toda la galería. Por poco, no lo contamos.
- ¿Cómo es la sensación que se experimenta al descender al subsuelo?
-Es como una máquina del tiempo. Bajas por un pozo cuatro metros y retrocedes 400 años. Es una sensación de que no existe lo que hay arriba, que estás en otro mundo del pasado, en el Cádiz del siglo XVII o XVIII. Cada metro que bajas, retrocedes 100 años.
- ¿Cuál es el espacio más especial que ha descubierto?
-En Cádiz, todos, no sabría decir uno. Cada uno tiene su encanto. Cada galería es un trabajo de investigación de un periodo de años y la sensación cuando lo encuentras es única. Nosotros vamos descubriendo cuevas lo que supone un gran trabajo documental, en archivos y con planos, para interpretar la ciudad de ese momento. Entre eso y la solicitud de los permisos, puedes llevarte cinco años para encontrar un lugar. Entonces, cada lugar es especial, es la satisfacción de decir que se ha encontrado.
- Le mueve el interés por documentar y frenar la destrucción de esos espacios, ¿se ha encontrado mucho patrimonio perdido?
-Claro, no lo toman en serio. Hemos vuelto a entrar en cuevas en las que entramos hace 10 años y nos hemos encontrado cuevas cortadas y derrumbes por nuevas construcciones. Lo que queremos es que nuestro trabajo se tome en serio. En Cádiz, el Ayuntamiento necesitaría a una persona encargada de recorrer estas galerías para que cada vez que aparezca un túnel o pozo no hagan lo que hacen hoy: una foto desde fuera y un registro. Nadie baja a estudiarlo y ver lo que es.