Perplejo estoy desde la lectura de los programas económicos de algunos de los partidos que han competido en el proceso electoral. Todo un ejercicio de ingenio. De altura intelectual rayando la metafísica. Decía Kant que una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto, que escapa de toda posibilidad de experimentación.
La relación existente entre el afianzamiento del sector naval en Cádiz y el cambio de modelo productivo escapa de toda la lógica por contradictorio. ¿O es que en dichos programas electorales se han emitidos juicios sintéticos sobre la economía como ciencia que permite al hombre alcanzar lo sublime, cuando ello escapa de ser comprobado materialmente por él?
Toda esta pandilla de políticos debieran ser calificados como animales metafísicos, según advirtió Schopenhauer. Por supuesto «dado lo trascendente de la afirmación». Todo el espectro político que desde hace años vienen supeditando la felicidad personal en lo económico, en el cambio de modelo productivo, apuestan ahora y casi de manera exclusiva en el sector naval.
Son los que de manera machacona, desde que ZP se encargara de transmitir su intención de cambiar por arte de magia el modelo productivo, los que anticipándose al futuro, apuestan decididamente ahora por un «sector absolutamente novedoso en Cádiz». A pesar de ello, se ha dicho en repetidas ocasiones, que si ante un cataclismo desaparecieran de la faz de la Tierra los océanos, en Cádiz se seguirían construyendo barcos y además seguirían existiendo puentes. Porque, ¿que son los barcos sin los puentes? Realmente nada. Si no que nos lo digan a los que vivimos fuera de Cádiz y queremos entrar en la ciudad cuando nos cortan el Puente.
Solo la creación de riqueza en un contexto de crecimiento económico, va a tener como feliz consecuencia la creación de empleo. Siendo el desempleo la principal fuente de desigualdad, es claro que corregirlo debe ser el principal empeño de cualquier gobierno sensato. Los instrumentos dispuesto por el Gobierno al respecto, que a modo de síntesis se circunscriben en una serie de leyes que han sido denominadas reforma laboral, están posibilitando sin género de dudas la recuperación. Gracias a ella y a la mejora de las condiciones económicas generales, la creación de empleo es un hecho irrefutable, con un crecimiento del 3%. Lo importante ahora es crear empleo, que lógicamente va a estar supeditado al contexto económico existente. No se puede desechar de ese contexto, a la construcción, ni al sector hostelero, ni desde luego al sector naval. En el corto y medio plazo, la generación de riqueza vendrá auspiciada por los sectores tradicionalmente existentes. Y solo en el largo plazo, sentando ahora unas bases sólidas en la educación en general de toda la población, no solo en los jóvenes, podremos ir construyendo poco a poco el tortuoso camino que supondrá ese cambio de modelo productivo y que solo será efectivo si las cosas se hacen bien, probablemente dentro de dos generaciones.
Volvamos a Cádiz y al sector naval. España tiene el reto de construir un modelo económico y empresarial más sostenible, diversificado, y donde debiera primar por exceso sobre los demás el sector exterior. En este contexto que no es un futurible, sino que es la realidad actual misma, la internacionalización de la industria y la globalización económica van a deparar importantes oportunidades en todos los ámbitos de negocios, pero a su vez se nos impone importantes restricciones, si es que de verdad queremos dejar de ser la vergüenza de Europa, con una tasa de paro del 40%.
Navantia no puede ni debe seguir siendo pública por los siglos de los siglos. Es el momento de iniciar la toma de posiciones en su accionariado de grandes corporaciones tecnológicas. Solo soltando lastre se puede navegar a buen rumbo. El Estado per sé, nada pinta construyendo y reparando barcos. Si queremos ser líderes en la construcción naval, la capitalización bursátil de nuestra industria naval por antonomasia no puede ser cero euros.