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Hoy puede ser un gran día
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HOJA ROJA

Hoy puede ser un gran día

Día 24/05/2015 - 14.53h

Con los días de elecciones me pasa lo mismo que con la mañana de Reyes. Una sabe, desde hace mucho, muchísimo tiempo que, tanto unos como otra, forman parte de una pequeña farsa colectiva pero intenta contribuir, en la medida de lo posible a mantener el secreto para evitar males mayores. Males, que en el mejor de los casos no pasarían de la decepción o del desengaño, de la rabieta o la desilusión, pero para qué arriesgarse. Quien siembra dudas, ya lo sabe, recoge verdades descarnadas que no siempre está dispuesto a digerir. Para estos días, lo mejor es hacerse el tonto y dejarse llevar.

Hoy puede ser un gran día, usted lo sabe. No llegaré a extremos tan ingenuos y mojigatos como para decir lo de «la gran fiesta de la democracia», porque también hace mucho que dejé de pensar que cualquier proceso electoral en este país tuviese algo de festivo, fundamentalmente desde que a todos los candidatos -fuesen candidatos de lo que fuese- les dio por comparecer ante las cámaras dándose palmaditas en la espalda, rodeados de un grupo de correligionarios muy sonrientes y celebrando siempre -siempre- el resultado de las urnas porque todos habían ganado. Todos salían ganando. Ahora me explico por qué, ya sabe. Pero además, no diré la bobada de la gran fiesta de la democracia mientras la ley electoral no cambie y deje de propiciar el voto cautivo, que es, al fin y al cabo, la única modalidad de voto posible ante listas cerradas a cal y canto y ante presuntos pactos de los que nadie nos informa de antemano.

Un poner, si voto a Pepito, es porque quiero que mi voto sea para Pepito, y no para que Pepito pacte con Juanito y terminen repartiéndose entre ellos el poco pastel que queda. Es, por tanto, un voto -el mío, el suyo y el de mi vecina Carmeluchi- cautivo y sometido al interés y al beneficio de unos cuantos.

A pesar de todo, me gustan los días de elecciones, qué le voy a hacer. Me gusta el ambiente civilizado -aparentemente- de las mesas electorales donde confluyen interventores más o menos complacientes, apoderados más o menos conciliadores, y gente de a pie, más o menos cabreada, a la que les va a tocar pasar un domingo entre papeletas, listados y apellidos. Me gusta el ritual del repaso a las anécdotas del día, que siempre son las mismas -los novios, las monjas, la gente que va a la playa, el anciano de ciento veinte años que vota entre lágrimas de emoción diacrónica- y me gusta el nerviosismo que se va acrecentando conforme pasan las horas sin que pase absolutamente nada.

La tensa espera -dicho a lo cursi- hasta que se dan los primeros resultados, que suelen casi siempre ser los esperados, como la mañana de Reyes, sin sorpresas. En fin. Lo dije al principio, un teatrillo en el que siendo los actores protagonistas -los que votamos- acabamos aplaudiendo como simples espectadores con cara de tontos a los que hubiesen colado con la función ya empezada.

Sin embargo, hoy puede ser un gran día, como cantaba Serrat -me pongo antigua y un poco Jarcha con lo de las elecciones, advierto- y puede ser un gran día porque, por primera vez en veinte años hay algo en juego, aunque solo sea la intención, y la intención es lo que vale. Y puede, incluso, que en esta ocasión su voto y el mío sirvan para algo más que para cumplimentar unas estadísticas.

Verá. Ha sido muy fácil gobernar esta ciudad durante las dos últimas décadas. Más que la ciudad que sonríe, o la ciudad que funciona, hemos sido la ciudad que duerme, la bella durmiente atrapada en un sueño que por momentos se convertía en pesadilla. Ha sido muy fácil llevarnos de un lado a otro por la cañada, por el sendero marcado, sin salirnos del redil. Hemos sido muy fáciles. Por eso, también ha sido muy fácil convencernos de que había que cambiar las caras y los apellidos y los escenarios. Ha sido muy fácil diseñar la campaña electoral, casi sin programa, casi sin proyectos, casi sin modelos, casi sin nada. Por eso, hoy puede ser un gran día.

Si cualquiera de las formaciones políticas que se enfrentan al Partido Popular alcanzara los suficientes votos para investir a su candidato como alcalde, habrá sido un gran día, sin duda. Y si Teófila vuelve a revalidar su mayoría y se convierte por sexta vez en la alcaldesa de Cádiz, también será un gran día, porque a diferencia de otras legislaturas, volverá a presidir nuestro Ayuntamiento sabiendo que ya algo ha cambiado, que esta ciudad está despierta y atenta y que no puede repetir los esquemas del pasado porque esta oportunidad puede ser la última. Que hay más gente detrás del escenario esperando su oportunidad y que hay muchos que ya se han aprendido el papel de la primera actriz, por si acaso.

Definitivamente, hoy puede ser un gran día -si gana el Cádiz, aún más- o puede ser una gran noche, como cantaba Raphael -yo soy más de Raphael que de Serrat, lo siento-, «qué pasará, que misterio habrá, puede ser mi gran noche, y al despertar ya mi vida sabrá algo que no conoce.» Qué sabe nadie.

Vaya usted y vote. A quien quiera, a quien crea, a quien pueda, a quien deba.

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