Cádiz se juega hoy buena parte de su futuro inmediato. En el ocio y en el negocio. En el negocio de todos, el del día a día, eligiendo a nuestros dirigentes más cercanos, los alcaldes y concejales, los que tienen la responsabilidad de conseguir que nuestras ciudades y pueblos funcionen decentemente. Y de evitar que la política sea el 'negocio' particular de unos pocos, mangantes, apesebrados y enchufados. El abanico para elegir es enorme, más amplio que nunca. Durante los últimos cuatro años, el panorama político ha sido bastante similar en la mayoría de los municipios de la provincia, con el PP gobernando con cierta holgura a la mayor parte de los gaditanos. Veremos a ver qué ocurre a partir de las ocho de la tarde de hoy. Porque el desgaste provocado por una crisis brutal, unido a las nuevas alternativas nacidas desde el cabreo, hacen que el resultado que haya de salir esta noche de las urnas sea bastante incierto. En la capital, la marca Teófila frente a la marca PSOE. La extensión gaditana de Albert Rivera -Pérez Dorao- o la de Pablo Iglesias -'Kichi'-. Continuismo o renovación. Experiencia o experimentos. En Diputación, Loaiza o Irene García. Y en la mayor parte de los grandes municipios, como les decía, la radiografía es muy similar. El Puerto, Jerez, Chiclana, San Fernando, Algeciras... todo muy abierto. Lo sabremos en torno a las diez, cuando concluyan los escrutinios.
Para entonces, lo que sí estará más claro ya será la otra parte, la del ocio. A esa hora sabremos si el principal equipo de la provincia ha aprovechado el primer asalto en el Carlos Tartiere y regresa de Oviedo con un resultado que le permita soñar con el ascenso. Que ya toca. El Cádiz está hoy ante una nueva oportunidad de hacernos felices. Esa que tantas veces ha desaprovechado. De unir por medio del deporte, de una pasión, lo que es imposible con la política. Claudio Barragán no va a arreglarnos las farolas, ni Aulestia va a construir un hotel en Valcárcel. Tampoco podremos culpar a Jona si sube el precio del bonobús ni a Fran Machado si las calles están sucias. Pero desde luego sí que tienen potestad para dibujarnos una enorme sonrisa en la cara, que ya nos hace falta. Para hacernos sentir un orgullo común, que nos una a todos en algo. Para fundirnos en un solo color, el amarillo. Incluidos a los niños que no pueden votar y a los mayores que no encuentran motivos para hacerlo.
Hoy hay que votar. Es una obligación moral y un compromiso con la democracia. Aunque sea en blanco. Eso sí, que cada uno vote lo que quiera. Simplemente que lo haga en conciencia. Yo voto por un 1-2 con goles de Juan Villar y Airam Cabrera.