Es la psicóloga de la asociación Anydes del centro de emergencia social y se encarga de recuperar el nivel psicológico de personas que buscan una segunda oportunidad. La experta apunta a que la normalización de las drogas en la sociedad ha supuesto un peligroso cambio de actitud ante ellas
-El problema de las drogas ha dejado de ser una de las principales preocupaciones de la población, sin embargo las últimas memorias del servicio provincial de drogodependencia marca un aumento en las personas atendidas. ¿A qué se debe ese cambio de actitud hacia las drogas?
-Las drogas se han normalizado en la sociedad. El alcohol es la peor que hay y ahí está. La cocaína es muy usada en diferentes estatus de la sociedad. Las secuelas físicas de esta no son la misma que las que deja la heroína y entonces es más fácil pasar desapercibido, tiene que llegar a un nivel de adicción muy potente para que se pueda ver. Y con el cannabis, no hay conciencia en la sociedad del problema que supone. El cannabis como el alcohol son la puerta para otras adicciones más potentes.
-¿Por qué son el primer escalón?
-Por ejemplo con el cannabis, tu cuerpo llega un momento que lo tolera, entonces necesita más, y busca otro tipo de drogas.
-¿Por qué caen las personas? ¿es un problema psicológico o social?
-Pueden ser ambas. Un individuo comienza el consumo, por ejemplo, en la edad de la adolescencia porque sus amigos lo hacen y sigue consumiendo por no quedar mal ante sus amigos. Una vez que lo hace tiene unos reforzadores positivos, se siente más desinhibido, alegre, bien. Si deja de consumir tiene un síndrome de abstinencia y para no pasar por eso sigue consumiendo.
- Se relacionan siempre las drogas con lugares más deprimidos, ¿es un error?
-Sí, hay muchas personas de un nivel sociocultural medio-alto que consumen cocaína.
- ¿Cuál es la edad donde hay mayores casos de adicción?
-Es complicado. El inicio suele ser sobre la adolescencia, hay casos más tempranos y más tardíos. Entre 12 y 18 años, hubo algún caso con ocho años. Pero en ese periodo. También hay personas que se enganchan con 30 años.
-¿Cómo puede un niño con ocho años ser adicto?
-Porque en su domicilio había drogas y entonces para él eso era lo normal. Estaba puesto en su casa como si estuviera puesta la fruta encima de la mesa. El nivel de socialización facilita el consumo y si en tu familia lo ves normalizado para ti no es nada raro.
-¿El nivel educativo influye?
-Muchísimo. La educación de dos tipos: a nivel de escuela y a nivel de familia. Tienen que tener información, la adolescencia es la etapa de explorar. Si lo haces con información sabiendo lo que hay y lo que te puede producir te enfrentas de manera diferente.
-¿Cómo pueden saber unos padres si su hijo consume?
-Es difícil. Puede tener distintos signos: cambios de conductas, de estado de ánimo, abandonar su rutina diaria, cambiar los patrones de relación con la propia familia o que la comunicación comienza a cortarse. Son buenos indicadores para que unos padres comiencen a mirar a ver qué pasa. A partir de ahí es hablarlo con ellos, que no vean a los padres como el enemigo sino como un apoyo. Tienen que trasmitir que están para ayudarle y no para echarle la bronca. Los padres tienen que entender que si esa persona no quiere, no hay nada que hacer. Es duro, pero no hay otra forma.
-¿Cómo se trabaja con los drogodependientes?
-Lo primero es que ellos tengan conciencia del problema, eso se consigue a través de la terapia individual. También se hacen grupos para que expresen esos miedos y así lo puedan afrontar. Además, sirve para que trabajen las habilidades sociales. La familia, cuando la tienen, es un aspecto importante.
-¿Qué es lo más duro?
-La abstinencia es un aspecto más físico, es más fácil. Después de pasarlo duermen y comen bien, hacen gimnasia, se ven hasta más guapos. Lo difícil es decir que no a una cosa que les gusta y mantenerse. Es algo que las familias no entienden. Decir que sí es lo que les lleva al deterioro que tienen en todos los aspectos.