Estoy viendo que termina la campaña electoral y me voy a quedar sin el gusto de admirar las letras ecológicas de corcho de poliuretano que sutilmente invitan a revotar a la alcaldesa. Y mira que las he buscado, por San Juan de Dios, por la Alameda, hasta por Puertatierra -que viniendo de mí, es un gesto casi heroico- pero nada, he sido incapaz de cogerles la vez a las letras y verlas en vivo y en directo. Como los billetes de quinientos, mire usted, sé que existen pero nunca he visto uno. Una pena, porque no me gusta hablar de lo que no he visto con mis propios ojos, y me hubiese encantado hablar de las letras. De esas letras que han dado -o siguen dando, ya no lo sé- la vuelta a Cádiz a intervalos de cuatro o seis horas y que ni se les había ocurrido nunca antes a nadie en el mundo, ni han costado dinero alguno a los gaditanos, ni ensucian la ciudad. Un pelotazo la letras, sin duda, aunque yo no haya tenido el gusto.
Será porque se me está resistiendo la campaña, no se crea. O llego tarde a los sitios o los mítines duran muy poco o no hay mítines directamente, o ando algo confundida. El otro día confundí al coche de Ganar Cádiz en Común con el camión que vende las papas. Es cierto. Escuchaba de fondo algo así como «a dos, a dos, a dos» desde un megáfono al que parecía que se le habían ido las pilas y cuando me asomé al balcón vi que era un coche con propaganda electoral y una música a medio camino entre un rap y Alameda, muy antiguo en todo caso. Tampoco he llegado a tiempo a las pulseritas del PSOE, ni a los dedos gigantes de Teófila, ni a los globos de Ciudadanos... así que vivo sin vivir en mí porque se nos va la pascua, y ni casi cuenta nos hemos dado. Ya ve, el domingo que viene está prácticamente aquí. Y el lunes, quién sabe dónde.
La letras, ya se lo he dicho, se me resisten. Y las cifras, ni le cuento. Aunque si algo me consuela es que las cifras también se les están resistiendo a los participantes de este concurso. Para empezar tienen el lío de las encuestas. Unas encuestas que parecen hechas por el peor enemigo de cada uno de ellos, con un baile de cifras imposibles de interpretar, todas con el pie cambiado, diseñadas exclusivamente para que el electorado pierda por completo el norte ante las urnas. Luego están las cifras que maneja cada partido en torno a lo que se van a encontrar cuando lleguen al Ayuntamiento, y luego están los números sueltos, las migajas que se van a repartir. La agrupación de electores Por Cádiz sí se puede -que se llaman así- ha presentado un código ético en torno a la «desprofesionalización de la política, transparencia y control ciudadano», algo que yo, ingenuamente, consideraba innecesario pero que, al parecer, es uno de los pilares de su programa electoral. Dicen que vienen a prestar un servicio a los ciudadanos y que por eso no van a cobrar más de tres veces el salario mínimo interprofesional, -lo que traducido me parece un poco excesivo, unos dos mil euros al mes, pero bueno, por algo se empieza- y que no estarán más de una legislatura o como máximo dos. En fin. También hablan de una «democratización del Ayuntamiento» con una batería de medidas un poco de colegio o de asamblea parroquial -la sombra del catequista Iglesias, que es alargada- como la creación de los consejos de barrio o la de consejos deliberativos, o la creación de los «jurados ciudadanos» con un debate anual sobre el estado de la ciudad. Lo que les digo, un consejo pastoral parroquial en toda regla.
Mientras, el Partido Popular, debidamente camuflado, simplifica despejando la incógnita siempre en su lado y nos dice que los ciudadanos sólo tenemos dos opciones. O elegir «un gobierno liderado por la izquierda anticapitalista marxista y leninista-qué antiguo también- cuyos ejemplos son los gobiernos de Sánchez Gordillo en Marinaleda o de Hugo Chávez en Venezuela» o votar a Teófila, reduciendo la ecuación al absurdo. O conmigo o contra mí.
Nadie parece temer al PSOE, al que las encuestas dan el peor resultado de la historia democrática de esta ciudad. Ni siquiera el apoyo de Pedro Sánchez el pasado jueves parece haber tenido efecto, tal vez porque sus palabras «merecemos dirigentes y representantes que empaticen con la gente y no se me ocurre nadie mejor» hicieron un flaco favor al candidato local, al que tampoco ayuda nada la situación caótica de vecinas mal avenidas que está dando Susana Díaz en el Parlamento Andaluz. A la tercera, tampoco fue la vencida. Qué le vamos a hacer.
Los Ciudadanos de Cádiz andan más bien con perfil bajo por si en algún momento hacen de llave en el Ayuntamiento y los de UPyD -impagable lo de California- se deben haber gastado ya los ciento treinta y un euros que tenían para la campaña en Cádiz porque se les ha visto poco. «Es la hora de los valientes» decía su candidato. Y tanto, más moral que el Alcoyano. Mientras, el Partido Andalucista juega con también con las letras, pero de forma poética «reiniciar, reindustrializar, repoblar y reactivar».
Pues nada, que ya solo queda una semana y pasa volando. Luego vendrá lo bueno, lo de pactar con el diablo y todo lo demás.