Paloma Bueno Serrano tiene «la suerte» de estudiar la cultura fenicia en la Bahía de Cádiz. Desde 2006 trabaja en el Yacimiento del Castillo de Chiclana, ese mismo que completó la terna de los grandes vestigios arqueológicos de la Bahía (junto con Gadir y Doña Blanca). Su trabajo de doctorado, sus viajes para completar su formación, la han especializado en la cultura fenicia y ahora promete recomponer el puzzle de la presencia de los fenicios en Chiclana. Pero no es el único trabajo de Bueno, San Ambrosio o Puerto Serrano son otros de los proyectos de una de las arqueólogas de mayor prestigio en la provincia. Paloma Bueno habla claro sobre la profesión.
- Para un neófito, ¿cuál es la importancia del yacimiento del Castillo?
-Últimamente me vengo despegando de la rivalidad entre las fundaciones fenicias de la Bahía. A tenor de las últimas publicaciones y de la importancia que le doy al Yacimiento de Chiclana, he decidido desligarme de todo eso. Para mí, la importancia es que se trata de un lugar en el que partimos de cero. Con todos los análisis que se pueden hacer, supone trabajar en un espacio donde nunca se ha hecho nada. Es como un laboratorio que nos va a permitir saber sobre la llegada de los fenicios, sean del siglo VIII o VII a.C., junto a la población local y conocer cómo se desenvolvió la colonización fenicia. Es como un libro recién abierto.
- Desde 2006 ni la Junta ni el Ayuntamiento parecen apostar firmemente por el proyecto en la zona.
-Ese es el gran problema. La Junta lo tiene complicado por la gran cantidad de patrimonio que existe en la provincia. En el Ayuntamiento, ha faltado una apuesta fuerte por este tema. Nadie se ha tomado en serio poner una cubierta al solar, hacer una ruta turística. Parece como si hubiera dado miedo. Esa es mi lucha desde 2006.
-Usted es una firme valedora de la ermita de San Ambrosio, en Barbate, donde también trabajó, ¿cree que se valora suficientemente la arqueología en esta provincia?
-Uno de los problemas que tenemos es que hay tanto que no somos conscientes de lo importante que es cada cosa. Después hay problemas entre instituciones. La ermita pertenece al Obispado y, por mucho interés que tenga el Ayuntamiento, si no están en la misma onda no se llega a ningún acuerdo. Cuando trabajas en un sitio, te ves en la postura de defenderlo. Fue un proyecto bonito, pero cerraron y hasta el día de hoy. Las cosas hay que mantenerlas. Hoy, San Ambrosio es una ruina mayor de la que era que cuando empezamos a trabajar allí.
-Después de este parón de la construcción y, con ella, de los hallazgos arqueológicos, ¿en qué punto se encuentra la profesión?
-Para los profesionales autónomos en la arqueología, el trabajo se vino totalmente abajo cuando llegó la crisis. Nos hemos tenido que buscar la vida como hemos podido, trabajando en otras cosas que iban saliendo. Actualmente parece ser que se está notando una mejoría. De hecho, ya me han pedido varios presupuestos desde varias empresas.
- ¿Cómo es la relación entre un arqueólogo y un constructor?
-Es una relación un poco complicada ya que el que paga es el promotor.
- El mismo que quiere que el trabajo arqueológico vaya rápido.
-Ese es el problema, mientras dura la excavación, lo tienes encima presionándote. ¿Cómo presionan también? Sin pagarte, te ajustan las tuercas. La verdad es que es duro, muchas promotoras no lo toman en serio. Tal y como está la ley ahora, es duro, también para el promotor. Al fin y al cabo, tiene que hacer frente a una realidad imprevista.
- ¿Diría que esta realidad es como poner al lobo a cuidar de las ovejas?
-Pues sí, totalmente. Así muchas veces te enteras que han metido la máquina de noche en cualquier obra. Muchas veces quieren que el arqueólogo no se entere de nada. Después están los que dicen «¿cuánto cuesta que aquí no haya nada?» Eso me ha pasado siendo novata y me he quedado a cuadros. Esas mafias las hay y el arqueólogo está en medio.
- Vamos, que es un trabajo heroico, más peligroso que el de Indiana Jones.
-Mucho peor (risas). No es la imagen que tenemos en mente del arqueólogo con la brochita trabajando, por medio hay muchas cosas. La verdad es que es dura, pero es vocacional y no puedes evitarla. Cuando no desarrollo mi profesión, me encuentro mal, no me encuentro plena. Cuando trabajo, a pesar de los impedimentos, me siento llena.