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Todos en el mismo saco
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Todos en el mismo saco

Día 26/04/2015 - 13.08h

Estos tiempos, por convulsos, resultan ya aburridos. Cada día un escándalo. Cada día un corrupto. O varios. Todos en el mismo saco. Haya mangado millones durante años, lo haya permitido para perpetuarse en el poder o se haya hecho un traje. Tal es la cantidad de casos que nos asolan que se le ha dado la vuelta al calcetín y ya no computan para el pueblo a la hora de decidir. La prueba la tuvimos en las últimas autonómicas. Con la de millones que se han evaporado en Andalucía por acción u omisión del PSOE, ahí están los tíos, convenciendo a Chaves y Griñán para que se jubilen y así obtener el voto favorable de Podemos y Ciudadanos para seguir gobernando, seguir despilfarrando, seguir gestionando de forma tan brillante como han hecho los últimos 35 años.

A estas alturas, la única lectura positiva que podemos sacar de la crisis es que ha hecho aflorar la cantidad de mangantes que asolan este país. Siempre estuvieron ahí, pero protegidos. Daban prebendas y nadie hablaba. Llegó la ruina y muchos de los protegidos dejaron de estarlo. Y se fueron a los periódicos, a largar fresco. Créanme si les digo que el 90% de los casos de corrupción que han salido a la luz ha sido por alguien cabreado, un despedido que tenía papeles en el cajón. O despechado, como el caso de la nuera de Puyol. Ocurre, y aquí entono el 'mea culpa' por todos mis compañeros, por mí primero, que es cierto que no todos los casos son iguales. No me malinterpreten. Una de las claves de la política debe ser la ejemplaridad. Por tanto, desde el momento que un representante público esté imputado en cualquier tipo de delito -más si tiene que ver con su cargo- debe inmediatamente echarse a un lado. Dimitir al menos temporalmente, defenderse, y si todo queda en nada, volver. Pero eso es una cosa, directamente relacionada con la acción de la Justicia. Y otra muy distinta es el juicio público, donde los periodistas tenemos mucha culpa de que, de cara al ciudadano, estén a la misma altura el indeseable que se metió por la nariz y en el escote de las prostitutas de media Sevilla el dinero de los ERE y un alcalde que pagó nóminas con dinero destinado a obras de asfaltado. No es lo mismo, pero en la práctica sí lo es. Socialmente sí lo es. Estamos saturados y si en estos tiempos de sobreinformación y redes sociales la labor de los periódicos es poner criterio, distinguir el grano de la paja, es obvio que no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Unos mejor que otros, también es cierto. Pero en general, suspendemos. Solo nos queda el consuelo aquel de que «la gente no es tonta» y sabe distinguir. Aunque, sinceramente, no sabe uno ya qué pensar.

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