Por qué las mujeres poderosas no tienen suerte en el amor
Este perfil de mujeres suele atraer a hombres inmaduros con problemas emocionales, económicos y de salud
Cuanto más plenas personal, profesional y económicamente se sienten algunas mujeres más dificultades amorosas encuentran a su paso. Puede parecer una afirmación categórica, pero es la realidad sentimental de una generación de «mujeres decepcionadas», tal como describe el psicólogo y terapeuta de pareja Antoni Bolinches en su ensayo 'El síndrome de las Supermujeres' (Amat Editorial).
La tesis de Bolinches se basa, por tanto, en que una gran parte de mujeres exitosas se ven abocadas a vivir en solitario (emocional o amorosamente) su etapa de esplendor social, cultural y profesional. Algo que, según explica, contrasta con lo que suelen vivir la mayoría de los hombres que alcanzan una preeminencia semejante, pues estos, según apunta, sí que logran optimizar sus posibilidades de encontrar pareja en esas circunstancias.
Este antagonismo es lo que está detrás de lo que el experto denomina «el síndrome de la supermujer» que, tal como define, es el «conjunto de las características positivas que, siendo buenas para la seguridad y la autorrealización de la mujer dificultan en la práctica la posibilidad de encontrar una pareja».
A lo largo de su ensayo el experto analiza este fenómeno psicosocial de naturaleza sexista a través de la sistematización de la práctica clínica recabando los testimonios y los casos que pudo ver en consulta durante un periodo de cuatro años. «Me pregunté cuáles eran las razones por las que esas mujeres, que habían alcanzado la excelencia profesional y personal, parecían tener más dificultades para encontrar pareja y a partir de ahí comencé a desarrollar la hipótesis que planteo en el libro», explica el autor.
Este análisis le llevó además a corregir una de las máxima de la «teoría del enamoramiento» que figura en su obra 'El nuevo arte de enamorar'. Así, el experto asegura que tras analizar en profundidad los casos de las «supermujeres» concluyó que el aforismo «el arte de enamorar es el arte de mejorar» en realidad sirve para los hombres pero no para las mujeres. «Es incuestionable que los hombres que mejoran son los que más enamoran. En cambio no está tan claro que las mujeres que enamoran sean las que más mejoran», explica.
La base de este fenómeno: la admiración
Una de las razones que podrían explicar este fenómeno es que «una mujer no se enamora si no admira a la otra persona» y esto puede ser un problema pues, según apunta el psicólogo, en la actualidad es probable que estas mujeres sientan que hay pocos hombres que puedan resultar «admirables». Pero es que además la ecuación se complica, según añade Bolinches, si tenemos en cuenta que esos hombres «admirables» son los que resultan beneficiarios del acceso a una generación más joven de mujeres, lo que da lugar a esta otra vuelta de tuerca: «Quieren ser los admirados y no los admiradores y si tienen que elegir entre salir con una mujer de 60 en un plano de igualdad o con una de 40 que les admire, eligen la de 40», argumenta.
Otra clave para abordar las situación es que tanto hombres como mujeres acepten esta realidad. «La intención de este ensayo es proponer un programa de cambio personal para que los hombres de hoy mejoren lo suficiente como para quedar en condiciones de enamorar a las mujeres del presente», afirma.
¿Tiene solución? Sí, la madurez
En su obra 'El secreto de la autoestima' el autor planteaba tres herramientas de cambio para mejorar como personas y esto es algo que revisa en «El síndrome de las supermujeres» precisamente para que se pueda aplicar en el conflicto al que hace referencia.
1. «Aceptación superadora» o el diálogo interno. Esta herramienta propone mantener una conversación con uno mismo que ayude a conciliar las contradicciones y conocer el margen de cambio que depende de uno mismo y qué responsabilidad puede tener en ello.
2. «Inteligencia constructiva» o conducta de autoafirmación, que nos lleva a intentar hacer lo que debemos hacer para conseguir lo que deseamos.
3. «Sufrimiento productivo» es la tercera herramienta y también la que tiene una mayor relación con la pareja pues es lo que hace madurar. «El diálogo interno y las conductas de autoafirmación nos dan seguridad, pero la seguridad no es lo mismo que la madurez. La madurez es la suma de la seguridad y los momentos bien asimilados», explica.
De esta tercera herramienta es, por tanto, de donde viene su afirmación de que «el amor es cosa de tres». Con esta expresión el psicólogo pone el acento en algo que no siempre se tiene en cuenta: que para que haya amor en una pareja debe haber madurez . «El error es creer que por el hecho de haber sufrido ya hemos aprendido. Pero eso no es así. La diferencia entre una persona madura y una persona neurótica es la manera en la que ha asimilado los malos momentos de su vida y cómo ha aprendido de las cosas que ha vivido», aclara. Por eso Bolinches asegura que interiorizar determinadas experiencias vitales de forma correcta puede hacer que elijamos las personas que nos gustan y que además nos convienen.
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