Los 88 peldaños de la gente feliz

Peldaño 23: «En las noches más oscuras se encuentran los destellos más brillantes»

En este capítulo de «Los 88 peldaños de la gente feliz» te explico cuál es la actitud correcta para ser feliz incluso cada vez que no se alcance un éxito

Los destellos se ven con más claridad cuando la oscuridad lo invade todo
Anxo Pérez

Anxo Pérez

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A veces digo, en tono jocoso, que me persigue la felicidad , ya que no recuerdo ningún año en el que, en cómputo general, no haya sido feliz. Unos días antes de escribir estas líneas, publicaba esto en mi cuenta de Twitter: Llevo varios años viviendo «el mejor año de mi vida». Al principio creí que era cuestión de suerte. Después aprendí que era un tema de actitud . ( @Anxo )

Pero curiosamente, al releerlo luego me di cuenta de que no lo había escrito con la debida claridad . Da la impresión de que me refería a que yo tenía la actitud correcta para alcanzar el éxito que me permitía ser feliz, cuando lo que quise decir fue que tenía la actitud correcta para ser feliz incluso cada vez que no alcanzaba un éxito . (En realidad no tengo ningún mérito por tener esa actitud, ya que la heredé «enterita» de mi madre, que es la verdadera maestra en el tema).

Cuento esto por dos motivos. El primero: porque a diferencia de lo que muchos puedan creer, no siempre tuve la vida que deseaba .

El segundo: porque, incluso viviendo una vida «no deseada», uno también puede ser feliz. Y yo lo fui. Si mi vida actual es mi vida en color, mi vida en blanco y negro (la que no me gustaba tanto) fue mi época de intérprete (traductor simultáneo).

Pero, he aprendido que... En las noches más oscuras se encuentran los destellos más brillantes .

Uno de esos destellos fue ser intérprete de numerosas personalidades, de las que aprendí enormemente, como Muhammad Yunus , premio Nobel de la Paz, Murray Gell-Mann , premio Nobel de Física, o Arun Gandhi, renombrado activista y conferenciante internacional y nieto de Gandhi. De todos aprendí enormemente, y si bien el que más influyó sobre mí fue Yunus, la historia más impactante me la contó Arun Gandhi. Ojalá te acompañe hasta el final de tu vida, ya que la historia es muy poderosa y su lección lo es más.

Esta es la historia...

Cuando Arun era niño, su abuelo, el Mahatma Gandhi , ya era una gran personalidad en la India y ya había hecho méritos para convertirse en una figura clave del siglo xx. Todos los nietos del Mahatma sentían una profunda admiración por él, y aprovechaban cada oportunidad que les ofrecía para pasar tiempo a su lado, aprender de él y disfrutar de los sitios a los que los llevaba. Intentaba ser muy equitativo con el reparto de su tiempo, y el día que invitó a Arun a ir con él a la ciudad a pasar un sábado entero, él asintió sin dudar, llenando su cuerpo de una enorme ilusión.

«Arun», le dijo el Mahatma, «por la mañana podrás acompañarme a todas mis reuniones. Por la tarde tendrás tiempo libre en la ciudad y podrás pasar un rato con tus primos, pero has de reunirte conmigo en este mismo punto de encuentro a las cinco de la tarde. Es importante que no llegues tarde».

«Gracias, abuelo. Así lo haré. Descuida», respondió Arun.

De camino a casa de sus primos, Arun pasó delante de un cine y, como nunca había estado en uno, decidió cambiar la visita por la película. La experiencia fue fascinante para él, sólo que hubo un problema. La película lo cautivó tanto que perdió la noción del tiempo. Por supuesto, a las 17.00 en punto su abuelo estaba en el lugar de encuentro esperándolo.

17.15... 17.30... 17.45... No había rastro de su nieto. Gandhi estaba desesperado.

La película no acabó hasta las cinco y media de la tarde. Cuando el muchacho fue consciente de la hora, sintió un temblor por todo su ser. Notó que su corazón no daba abasto a bombear toda la sangre que su cuerpo necesitaba, y, agobiado, corrió con la misma ansia que si alguien lo estuviera persiguiendo. No llegó hasta pasadas las seis, y, cuando lo hizo, vio que el rostro de su abuelo era un poema de desencanto.

«Abuelo, lo siento», se disculpó. «Los tíos se demoraron con la comida, me pidieron quedarme para el postre y..., claro, no les iba a decir que no...».

Pero el Mahatma ya había hablado con sus tíos y sabía que lo que su nieto estaba diciendo no era cierto. Arun intuyó ese hecho al notar cómo con cada una de sus palabras el cuerpo de su abuelo languidecía, sus cejas se encogían y su piel adquiría tonos de palidez, muestra de la tristeza y dolor que sentía al contemplar a su propio nieto intentando engañarlo.

«Querido Arun», le dijo. «Sólo hay dos formas de interpretar esta situación. La primera es concluir que tú no te has portado bien y que el castigo es para ti. La segunda es concluir que yo te he educado mal y que el castigo es para mí, y, por supuesto, concluyo lo segundo».

El Mahatma Gandhi decidió que su nieto regresaría al pueblo en coche y que él volvería a pie; de noche, sin luz, con peligros y descalzo. El joven Arun intentó convencerlo de que no lo hiciera, pero su decisión era inamovible.

Si hubiera descargado su frustración sobre su nieto, esa lección a Arun le hubiera durado un día. Al haberla descargado sobre sí mismo, consiguió que esa lección le durara para toda la vida.

El líder débil sucumbe a la tentación de culpar a sus seguidores, y con ello los aleja. El fuerte se culpa a sí mismo y con ello los inspira.

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