Los 88 peldaños de la gente feliz

Peldaño 22: «El ego es un veneno y es una tentación beberlo»

En este 22º capítulo de «Los 88 peldaños de la gente feliz» explica las razones ocultas que hacen que, de alguna manera, tener razón produce un cierto placer envenenado

Cuando el ego es bueno y dañino al mismo tiempo. Adobe Stock
Anxo Pérez

Anxo Pérez

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Sandra es la propietaria de una tienda de ropa. Inés, su amiga de la infancia, acaba de recibir la noticia de que su hermana se casa, y necesita encontrar el vestido perfecto para ponerse. Se caracteriza por ser una mujer indecisa e insegura, a la que le suele costar encontrar prendas de ropa que le convenzan y con las que se sienta a gusto. Un día ve un vestido en una revista y, a pesar de ser algo caro, de forma compulsiva le pide el favor a su amiga de que se lo consiga, por supuesto con el compromiso de comprárselo.

Sandra accede a la petición de Inés y mueve cielo y tierra para lograr encontrar justo ese vestido. Tras varias horas de búsqueda, llamadas y correos electrónicos, Sandra consigue por fin dar con él y efectuar el pedido.

Un día antes de llegar el vestido a la tienda, Inés pasa por delante de un escaparate y se enamora de uno que le parece idóneo. Lo compra y cancela su compromiso previo. Sandra, que ya había efectuado el pago, llama desesperada al fabricante con la intención de devolverlo, pero éste le dice que no es posible. Entra en cólera.

—¿Cómo puedes hacerme esto? Somos amigas desde la infancia. Tuve toda la tarde a dos de mis empleadas buscando tu vestido, hice el desembolso del dinero , perdí la opción de recuperarlo y tienes el descaro de comprárselo a la competencia. Me has hecho perder dinero. Seguro que lo has hecho de forma premeditada . Siento decirte esto, pero no eres buena persona.

—Sandra, no digas eso. Simplemente lo vi y lo compré. No era consciente de que ya habías efectuado un pago. ¿Cómo puedes pensar que lo he hecho para fastidiarte? Lo siento, de verdad.

—¿Que lo sientes? ¿Sabes qué te digo? Disfruta de tu vestido de pacotilla y no me vuelvas a pedir más favores nunca más .

Años después, conversando con su marido, éste pregunta a Sandra por Inés: «Mientras no me pida perdón, no volveré a dirigirle la palabra», le responde Sandra rencorosa.

Presta atención a la conclusión de esta historia. Es demoledora.

Cada vez que eliges tener rencor («Mientras no me pida perdón»)... obtienes un placer.

Cada vez que deseas castigar a alguien («No volveré a dirigirle la palabra»)... obtienes un placer.

Cada vez que eliges el victimismo («¿Cómo puedes hacerme esto?»)... obtienes un placer.

Cada vez que culpas a alguien («Lo has hecho de forma preme-ditada»)... obtienes un placer.

Cada vez que realizas un reproche («Y tienes el descaro de comprárselo a la competencia»)... obtienes un placer.

Cada vez que acusas («Me has hecho perder dinero»)... obtienes un placer.

Cada vez que emites un juicio («No eres buena persona»)... obtienes un placer.

Cada vez que hablas para tener razón tú y quitársela al otro, dices cosas con rabia, das alas a tu ira, rechazas a otro ser humano, retiras el amor... obtienes un placer.

Es el placer oculto del ego .

Se trata de un regocijo, de un gusto. Sentir rabia da placer.

Llenarte de razón da placer. Alimentar los motivos para no perdonar da placer. Mantener vivo el rencor da placer. Castigar da placer. Mantenerse en el orgullo y no dar el brazo a torcer da placer. Ese placer es la única comida de la que se alimenta el ego, y por tanto es lo único que lo mantiene vivo. Es un veneno y es una tentación beberlo, pero cuando no lo haces, cuando tienes la fuerza de renunciar a él, cortas el alimento y asfixias el ego.

@Anxo

#Los88peldañosdelagentefeliz

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