Psicología
«Escribir es un refugio, un espacio para decir lo que no podemos decir de otra manera»
La escritora Silvia Adela Kohan explica en su libro «Escribir para sanar» todos los beneficios para nuestra mente de esta actividad
Si la tradición dice que un diario se escribe para dejar un reflejo una época, la realidad es otra: la motivación para plasmar nuestras vivencias es el desahogo, sacarlas fuera para sentirnos mejor. Es por ellos que muchos conciben la escritura como una curación. Y entre estos «ellos» se encuentra la escritora Silvia Adela Kohan. También experta en técnicas narrativas –lleva a sus espaldas casi una decena de libros sobre ello– ahora publica «Escribir para sanar» (Terapias verdes, Ediciones Urano), con el que propone una guía para explorar «el poder curativo de la escritura». Y es que, tal como explica en la publicación, «la palabra escrita nos permite entablar un diálogo profundo y sincero con nosotros mismos, funciona como bálsamo y nos ayuda a entender los motivos de algunas de nuestras acciones». Hablamos con la escritora, que nos explica por qué, en momentos complicados, la escritura puede ser la mejor terapia.
¿Es la escritura un método de curación?
Lo es, sin duda. Es fantástico, yo lo compruebo todos los días con los alumnos de mis talleres de escritura terapéutica (se imparten, online y presenciales, un sábado al mes). Son distintas las conclusiones a las se llega, pero todo el que utiliza la escritura como vía de escape coincide en que le ha ayudado a desplazar un problema o ha descubierto maneras para superarlo. Algo básico es que las palabras te llevan a otras palabras, y una cosa lleva a la otra hasta que algo ilumina la situación y puedes cambiar el enfoque. Delphine de Vigan dice que ella no escribe sobre un tema, sino que escribe para que los temas surjan a medida que escribe y así sabe más de ella misma.
¿Cómo nos puede ayudar escribir un diario, escribir sobre nosotros?
Un diario es un interlocutor con uno mismo, un refugio, un espacio para decir lo que no podemos decir de otra manera. Pero también puede ser el baúl de los tesoros espontáneos si el propósito es tomar notas para un libro y encontrar en él la auténtica voz. En un momento como el de esta pandemia, que nos cogió desprevenidos, se escriben cientos de diarios testimoniales. Ante la incertidumbre y el miedo, nada mejor que escribir las sensaciones internas en un diario y dejar sentado lo que sentimos «realmente», para darnos cuenta de que no es igual a lo que dicen los demás cuando repiten frases como que «esto no es un pozo sino un túnel», o que «saldremos mejores». Se trata de descartar la versión oficial y escribir los pequeños detalles que hemos captado.
¿Y si en vez de un diario íntimo optáramos por un blog?
El diario en formato digital juega con la ilusión de que la privacidad se desnuda y su fragmentariedad produce una sensación grata al permitirnos entrar por cualquiera de esos fragmentos, pero seguramente sea inferior a la que produce el diario íntimo.
¿También podemos encontrar beneficio en escribir ficción, o ficcionar nuestras vivencias?
Es tan terapéutico escribir sobre uno mismo y contar la experiencia vivida como escribir para la creación literaria, lo que cambia es el propósito. Vives la vida y la ves como material literario o vives la vida e indagas sobre ella. Pero es la escritura la que dirige tu deseo hacia uno u otro territorio. Por ejemplo, todas las novelas de Amélie Nothomb son autobiográficas; escribir la ayudó a superar la anorexia. Carmen Martín Gaite tenía el anhelo existencial de conocer a un hombre, y como ese hombre no llegaba, se dijo: «¿Por qué no?» y escribió una novela en la que el hombre golpea a su puerta. A Marguerite Duras, su psicoanalista le dijo que si escribía todo el tiempo no necesitaría tratarse con él. Si siguiera enumerando ejemplos no acabaría nunca, a la gran mayoría de los escritores les han resultado terapéutica la escritura, lo hayan hecho con ese fin o no.
¿Como, una persona que nunca se ha sentado a escribir, puede aproximarse a ello en busca de beneficios?
Así como todos hablamos, todos deberíamos escribir. Si nunca hemos escrito, podemos empezar haciendo listas –de palabras, de recuerdos, de deseos–: es muy gratificante, o apuntar los miedos, las historias inconclusas, las palabras pendientes de ser pronunciadas, los deseos incumplidos o los momentos inolvidables. Una escena que nos machaca, una frase nos trae asociaciones, un episodio que nos implica emocionalmente... Si no lo escribes, se pierde o se nos queda dentro. Recomiendo escribirlos, con la condición de no pasarlo por el filtro del pensamiento, sino que se lo haga desde el corazón.
¿Hay diferencia, en lo referente a esta «curación» si escribimos a mano o a ordenador?
Yo rechazo la idea de que escribir a mano es algo antiguo, y hasta romántico, puesto que escribir a mano ayuda a la emotividad, a la creatividad, al pensamiento y está comprobado que mejora el funcionamiento de las neuronas. Umberto Eco combinaba la escritura a mano con el ordenador según su estado de ánimo o la situación. Algunos asuntos requieren la lentitud de la escritura a mano, justamente porque el papel se resiste a la velocidad del pensamiento. Otros, sobre todo los que se han reflexionado mucho, se prestan mejor a ser tecleados, porque hace falta, literalmente, arrojarlos. No hay fórmula exacta, cada uno debe encontrar la suya.
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