Los españoles pensamos que comemos bien, pero en realidad no lo hacemos
El aspecto que más visibiliza el problema de la alimentación en nuestro país es la obesidad, la cual se ha triplicado desde 1995
¿Tenemos claro lo que significa comer bien?
Los cambios que se han producido en nuestro estilo de vida, ya sea por el incremento del ritmo laboral o la transformación en las estructuras familiares, han tenido consecuencias directas sobre nuestra alimentación . Si a esto le sumamos la subida de precios en la cesta de la compra , el problema se hace todavía más grande.
Según el informe 'Percepción vs realidad en los hábitos de alimentación de los españoles', realizado por Vivaz, las personas con rentas menores tienen más problemas a la hora de acceder a opciones de comida más saludables . Para intentar solventar esto, la industria introduce cambios en apariencia más cómodos y rentables, pero peores desde el punto de vista de la salud.
Una mala alimentación puede traer consigo diferentes tipos de enfermedades, como las cardiovasculares, diabetes (siendo España el segundo país de Europa con mayor incidencia) y cáncer, muy relacionado con los hábitos de vida poco saludables.
Pero el aspecto que más visibiliza el problema de la alimentación en España es la obesidad , la cual se ha triplicado desde 1995. De hecho, según este informe, en nuestro país hay más personas con sobrepeso u obsesidad que con el peso adecuado. Y la cosa no pinta bien tampoco para las futuras generaciones, pues España es el país con mayor porcentaje de niños con sobrepeso. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que los resfrescos azucarados y las bebidas alcohólicas representan el 7% de nuestra dieta, mientras que las legumbres ocupan tan solo el 2%.
El nutricionista Juan Revenga indica los tres factores que debemos tener en cuenta para entender lo que es una alimentación saludable: «Debe incluir vegetales de temporada, así como carnes y pescados frescos; ausencia de ultraprocesados; y el elemento de unión entre ambos que es la cocina».
Y es que los ultraprocesados son nuestra principal amenaza . Este estudio muestra que el 64% de los productos que encontramos en las grandes superficies pertenecen a esta categoría. Este puede ser uno de los motivos por el que hasta un tercio de las calorías que se consumen en las dietas europeas proceden de este tipo de comestibles.
Percepción de los españoles sobre su dieta
La sociedad española tiene una visión optimista sobre su alimentación. Así lo muestra este estudio, pues el 76% valora como notable o sobresaliente la calidad de sus comidas. Además, el 80% de los encuestados afirma cocinar en casa.
Sin embargo, cuando se ahonda un poco más en el tema, un tercio de la población adulta admite consumir ultraprocesados tres o más veces por semana. Incluso, el 66% de los encuestados afirma comer platos precocinados, siendo solo un 28% el que cocina con alimentos frescos , que como mencionaba el nutricionista Juan Revenga, son imprescindibles si queremos comer de una forma saludable.
Por comunidades autónomas, en las Islas Baleares (73%), Madrid (72%), Cataluña y Canarias (71%) es donde más se consumen platos precocinados en comparación con la media nacional (66%). Mientras, los gallegos (39%), cántabros (52%), asturianos y vascos (55%) son los que menos se decantan por este tipo de productos.
En este sentido, comer mal afecta a la salud de los españoles, ya que un 57% de la población está diagnosticada de alguna enfermedad vinculada a malos hábitos alimentarios. La excusa de la mayoría es la falta de tiempo o el desconocimiento nutricional y culinario.
Pero la realidad es que introduciendo pequeños cambios en nuestra dieta, como el mencionado por Revenga, de tomar cinco porciones de fruta o verdura al día, puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades como las cardiovasculares o la diabetes.
Además, el nutricionista da algunos trucos para los casos en los que se tenga poco tiempo para cocinar: el uso de conservas , pues estas no son un producto ultraprocesado. «Son muy buena opción cuando no contamos con alimentos frescos, siempre que no lleven azúcares añadidos, grasas de dudosa procedencia y aceites de palma o coco; mejor con aceites de girasol o de oliva».
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