Cuarenta y ocho horas antes del Habemus Papam! un indigente paseaba por la Plaza de San Pedro con una enorme pancarta en la que se podía leer: "Francisco I Papa". El jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio no figuraba en los pronósticos como papable en los días previos o durante el Cónclave, pero el lunes el periodista cordobés Pablo Giletta, enviado a la Santa Sede del diario La Voz del Interior y Radio María, captó la imagen de un hombre con una chaqueta fluorescente desgastada portando una pancarta con una curiosa petición: que el próximo Papa se llamase Francisco.
A los pocos minutos, el periodista subía la fotografía a Twitter. "Un hombre pobre pidió, en San Pedro, que el próximo Papa sea "Francisco", por San Francisco de Asís. ¿Será posible?", se preguntó entonces Giletta, quien saldría de dudas dos días después.
Cuentan que el mismo Pontífice confesó al arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, que escogió su nombre en honor del fundador de la Orden Franciscana, el santo de los pobres por excelencia, que se enfrentó al poder de la Iglesia opulenta y optó por dar ejemplo y vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios a pesar de ser hijo de un rico comerciante.
Para muchos expertos e historiadores, la elección del nombre resulta de hecho el programa de su Pontificado y una invitación a la Iglesia a salir de sus lujosos palacios y emprender una profunda renovación.